Presentación.

jueves, 18 de noviembre de 2010

 

Facultad de Ciencias Sociales y Politicas de la Universidad Autonoma de Baja California 
(Sede Mexicali)
Jueves 18 de noviembre a las 16y30 Horas
Participan: Dr. Luis Enrique Concepcion, Dr. Manuel Ortiz, Dr. Carlos Moreira.

Izquierda. Por qué todavía se puede diferenciar de la derecha

domingo, 14 de noviembre de 2010

por Michele Salvati (*)

“Derecha e izquierda: ¡qué aburrimiento! ¿Todavía se habla de eso? ¿Todavía no se entendió que, si estos conceptos hace un tiempo tenían sentido, hoy ya no es así? ¿Qué hoy los políticos, más allá de la retórica de los programas, hacen más o menos lo mismo? ¿Y que hasta las retoricas se han acercado tanto que difícilmente se las puede diferenciar? ¿Cameron y Fini son de derecha? ¿Blair y Schroder eran de izquierda?” Así explotarían hoy muchos de aquellos que, ayer, jugaron su experiencia política sobre la existencia y el contraste entre derecha e izquierda.
Me motivo en un libro recién publicado por Il Mulino – Franco Cazzola, Qualcosa di sinistra. Miti e realtà delle sinistre al governo – para exponer tres convicciones maduradas hace tiempo.
A) La primera es que, en el plano de los principios, derecha e izquierda definen dos posiciones políticas – dos visiones de la sociedad deseable – no sólo diferentes, sino netamente contrastantes. También hoy, no menos que ayer. 
B) La segunda convicción es que en el plano de las políticas concretas – de lo que los partidos políticos de derecha e izquierda hacen cuando están al gobierno, o incluso declaran que harían cuando están a la oposición – hoy no es posible una distinción igualmente clara y entonces los ciudadanos que se muestran aburridos o irritados cuando escuchan hablar de derecha e izquierda tienen buenas razones por estarlo.
C) Ilustraré más adelante la tercera convicción. Ella se ha formado tratando de contestar a esa pregunta: ¿si la diferencia entre derecha e izquierda es tan neta en el plano de los principios, por qué no se la encuentra en el plano de las prácticas reales de los partidos? ¿Por qué los partidos de izquierda no hacen o por lo menos dicen “algo de izquierda”?
Buena parte del ensayo de Cazzola atañe el punto b) y trata de las políticas implementadas por los partidos de izquierda en trece Países europeos desde la posguerra hasta hoy: ¿fueron diferentes a las de las derechas? Dicho de otra manera: en el plano de las decisiones de gobierno, ¿un partido de izquierda hace realmente la diferencia? Ahora, debiendo relacionar los programas con los principios, las acciones de gobierno con los partidos que pertenecen a las dos diferentes familias políticas, un desarrollo del punto a) resulta inevitable y de hecho el autor lo aborda en el primes capítulo. Para los propósitos que pretende conseguir pueden ser suficientes los pocos flashes que él saca de la inmensa literatura sobre el problema. Pero para mostrar que los principios que diferencian derecha e izquierda cambiaron poco desde cuando fueron forjados en el clima revolucionario de fines del siglo XVIII, que todavía ellos son en fuerte contraste, y que el actual parecido entre los partidos en el plano de las políticas no se debe ni a una atenuación del conflicto entre los principios, ni al agotamiento de la materia de la disputa…para demostrar todo eso hay que ir más a fondo.
Hay que empezar por aquello que, con Martinelli y Veca, llamamos Progetto 89 (Il Saggiatore, 2009) y mostrar que tal proyecto – el proyecto de la izquierda – es todavía defendible teóricamente y radical en sus propuestas de reforma: para convencerse de eso es suficiente leer el delicioso librito de Gerald A. Cohen Socialismo, perchè no?, recién publicado por Ponte alle Grazie. Promover conductas y crear instituciones que permitan a todos desarrollar libremente sus propias facultades; favorecer una real igualdad de oportunidades e ir más allá, atacando todas las ventajas/desventajas de las que no se tiene el mérito/demérito, también las debidas a causas naturales o a  fortuna; hacer todo ciudadano activo en las deliberaciones políticas de su propia comunidad a través de un incesante estímulo a la participación democrática: todos objetivos – se pueden agregar otros – que descienden de los principios de la gran revolución, de liberté, egalité, fraternité, y que hoy no han sido aproximados siquiera donde los derechos políticos y sociales son defendidos al nivel más alto, en los míticos pequeños Países de Europa del Norte. Un libro extraordinario hace poco traducido al italiano, la suma de las búsquedas de una vida del más grande economista y filósofo político contemporáneo (Amartya Sen, L’ idea di giustizia, Mondadori), ofrece una justificación moderna y sólida del más que bicentenario Proyecto 89, una formidable batería de herramientas teóricas que pueden ser utilizadas por quienes quieren terminar con desigualdades injustificadas y quieren luchar contra la injusticia. ¿No deberían ser, éstos, los partidarios de la izquierda? ¿Entonces por qué los partidos de izquierda no se oponen con coraje a desigualdades e injusticias, incluso evidentes y ofensivas? ¿Por qué parecen igualmente vacilantes y cautos como los partidos de derecha, justificando la impresión común que derecha e izquierda no hagan diferencias? ¿Qué fuerzas los retienen? 
Antes de enfrentar este problema es necesario corroborar que la asombrosa convergencia entre derecha e izquierda, no sólo en los resultados obtenidos por los gobiernos sino en las mismas propuestas de los partidos, efectivamente exista; es necesario medirla y ver sus diversos aspectos en diferentes Países y etapas históricas: es lo que Cazzola hace en la mayor parte de su ensayo. Aquí no podemos seguirlo de cerca porque el análisis es muy articulado. El largo período posbélico está dividido en tres sub-períodos (de 1946 a 1974; de 1975 a 1991; de 1992 a 2007). Para tener en cuenta influencias culturales, económicas e institucionales comunes los 13 Países están divididos en cuatro subconjuntos (las pequeñas democracias asociativas, Austria, Bélgica y Holanda; las democracias escandinavas, Dinamarca, Noruega y Suecia; las grandes democracias europeas, Francia, Reino Unido y Alemania; las nuevas democracias, España, Portugal y Grecia), a los que se añade una “vigilada especial”, Italia. Después de eso se toman en cuenta unas variables económicas que pueden ser manejadas por los gobiernos y que deberían señalar su orientación de derecha o de izquierda (ingresos y gastos de los balances públicos en relación al PBI, déficits y deuda, presión fiscal e impuesto directo e indirecto, entidad y naturaleza del gasto público). Finalmente se evalúan, como resultados, el crecimiento, la inflación y el desempleo entre los datos macroeconómicos; las huelgas como indicadores de consenso/disenso; la distribución de la riqueza y del rédito como indicador de justicia social.
¿En qué medida, para cuáles países, en qué períodos, resulta confirmada la hipótesis que…la izquierda actúa como izquierda? ¿Qué amplía las tareas del sector público, sobre todo por gastos de welfare? ¿Y qué consigue, entre los resultados, una distribución del rédito menos desigual, a lo mejor en perjuicio de una mayor inflación y mayores déficits? La confirmación es dudosa y parcial – en algunos Países, en algunos períodos, para algunos objetivos la izquierda actúa como izquierda y en otros no – pero tengo que remitir al libro para una evaluación analítica de los resultados. Aquí me limito a observar que el procedimiento adoptado por Cazzola es cualitativo y descriptivo y no permite conclusiones revisables estadísticamente. Mas una evaluación en su conjunto es sólida y la resumiría así.
Los resultados de “izquierda” en el plano de las variables macroeconómicas y distributivas consideradas dependen de tres órdenes de causas. Causas estructurales profundas, de naturaleza económica, institucional, social y cultural. Eso se ve claramente comparando los cuatro grupos de Países: al neto de todas las otras influencias, los pequeños Países nórdicos y asociativos tienen mejores resultados que los otros, y sobre todo que los Países de nueva democracia. Causas relacionadas con las grandes fases del régimen económico-político internacional: durante los treinta años de la edad del oro, desde el fin de la guerra hasta fines de los años Setenta, era fácil y redituable a nivel electoral hacer “cosas de izquierda”, y también las hacían los gobiernos conservadores, no sólo los socialdemócratas. En los treinta años sucesivos, durante el régimen neoliberal y globalizado, la situación se revirtió, y también los partidos de izquierda están obligados a hacer “cosas de derecha”: los resultados en conjunto son los maravillosamente descriptos por Andrew Glyn (Capitalismo scatenato, Brioschi editore). Y finalmente, tal vez menos importantes que las otras dos aunque influyentes en algunos momentos y para algunos Países, causas relacionadas con la ideología de los partidos al gobierno, con su ser de derecha o de izquierda. Vinculados por herencias históricas de naturaleza social, económica y cultural difícilmente modificables, por un lado, y condicionados por el régimen económico-político internacional prevalente, por el otro, los gobiernos de izquierda disponen de márgenes  de maniobra para cumplir con la propia orientación ideológica, pero “algo de izquierda” a veces logra pasar. Se trata de conclusiones adquiridas hace tiempo, mas que Cazzola ilustra con lujo de detalles.
Concluyendo. Las orientaciones ideológicas de los partidos al gobierno cuentan, pero no tanto como para derrotar la impresión difusa que se non è zuppa è pan bagnato; que, una vez en el gobierno, y cualquiera sea su orientación, los políticos hacen “más o menos” las mismas cosas y entonces que dejen de aburrirnos con la derecha y la izquierda. Es una impresión entendible pero hay que combatirla, y por dos motivos. El primero es que en el “más o menos” pueden esconderse diferencias significativas, totalmente suficientes para justificar una decisión electoral para una u otra parte: no lo pusimos en evidencia porque Cazzola se limita a indicadores de policy de naturaleza casi exclusivamente macroeconómica, en los cuales los márgenes de autonomía de cada gobierno son menores. Pero no existe sólo la macroeconomía y en las otras políticas los grandes principios, más libres de vinculaciones externas, pueden ejercer una notable influencia: bioética, laicismo, inmigración, política exterior, legislación laboral, educación, políticas de género no son temas menos significativos que las asignaciones en tema de welfare o de la relación entre gasto público y PBI. Pues, basarse principalmente sobre datos macro puede dar una impresión engañosa sobre cuanto es de derecha/de izquierda un partido o un gobierno. El segundo motivo es aún más importante: hay que hacer frente a esa impresión porque desacredita no solamente los partidos y los gobiernos, sino los mismos principios. Derecha e izquierda serían palabras vacías, mamparas ideológicas sin espesor, pretextos para ocultar un puro juego de poder por parte de políticos mezquinos y auto-interesados. No es así: aunque los políticos son muchas veces mezquinos y auto-interesados, esas palabras  resumen la entera historia de la política contemporánea europea y hay que tomarlas en serio. ¿Pero entonces por qué el contraste entre los principios no logra transformarse en una clara oposición de elecciones políticas por parte de los partidos que afirman compartirlos?
La respuesta a esta pregunta expresa mi tercera convicción, el punto c) antes mencionado: eso ocurre porque, una vez que la izquierda abandonó la gran narración socialista, y con ella el proyecto de una colectivización de los medios de producción; una vez que aceptó el mercado y la propiedad privada; una vez que decidió jugar su partido de manera reformista, dentro el capitalismo mundial, ella enfrenta una situación difícil, una tarea de Sísifo, como la represento en mi reciente ensayo (Capitalismo, mercato e democrazia, Mulino). La situación es difícil porque las herramientas de la izquierda reformista son las de la democracia, por ende del Estado nacional, el único en el que opera algo que a la democracia se parece, mientras las fuerzas que la izquierda debería controlar son las del capitalismo global. Y para controlarlas no alcanza la voluntad de una sola democracia, de un solo Estado, además – en el caso italiano – de escasa relevancia en los equilibrios geopolíticos mundiales: hasta que no se realice la utopía de una democracia cosmopolita, el control puede ser obtenido sólo a través de fatigosos acuerdos internacionales. Ciertamente, parte integrante de la política de un País debería ser la búsqueda de tales acuerdos, de una arquitectura de reglas internacionales que estén en condición de prevenir crisis desastrosas como la que estalló hace dos años. O de disminuir presiones competidoras que crean profundos malestares en las clases más débiles, en los trabajadores expuestos a la competencia internacional. Pero si estos acuerdos no se logran, si los otros Estados se oponen por razones de interés nacional, si un País se encuentra solo en la lucha, en el contexto de las reglas que hoy prevalecen, ¿cuál es la respuesta? ¿Hay una respuesta de izquierda y una de derecha al caso Pomigliano? ¿Es de “izquierda” la respuesta de la Fiom y es de “derecha” la de Ichino? Si se responde de la primera manera, la respuesta, aunque comprensible, corre el riesgo de ser dañina. Si se responde de la segunda, ¿cómo se hace para evitar la impresión que derecha e izquierda no se puedan diferenciar?        

(*) Tomado del Corriere della Sera, 24-10-2010. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello

Los recortes (sólo italianos) a la cultura: así se reduce el desarrollo económico.

jueves, 21 de octubre de 2010

Por Severino Salvemini (*)

Tonos enardecidos entre los ministros Bondi e Tremonti. El primero no quiere otros tijeretazos y el segundo se opone sin demasiada elegancia: “No es que la gente coma cultura”.
Bien. Algunos datos para dar a conocer el marco del problema. En el año 2009 el Mibac reduce un 23% las asignaciones nacionales; así como reducen los gastos para la cultura los Ayuntamientos (-20%), las Provincias (-18%), las Regiones (-10%) (datos Federculture ).
La recesión muerde y la crisis se combate con el hacha, reduciendo un capitulo del gasto considerado efímero y poco productivo. Lástima que en este período de extravío global de  identidad, sentido y sabiduría, las artes y la cultura sean consideradas por algunas naciones hasta anti cíclicamente: Obama en el paquete anticrisis 2009 aumenta un 30% el budget anual del National Endowment for the Arts, Sarkozy acrecenta un 10% el aporte del Estado francés a la cultura, el alcalde Bloomberg lanza un plan de apoyo al sector artístico que genera un impacto adicional de otros 5,8 millones de dólares en el solo distrito de Manhattan, los lander relanzan con un +7% las inversiones culturales alemanas. ¿Quizá estas naciones no manejen la crisis? ¿Quizá se han equivocado acerca de las prioridades en su gasto público?
No, simplemente entendieron (y hace tiempo) que la cultura no es un “en caso contrario”, una partida residual respeto al desarrollo económico y que, junto a la función identitaria, es uno de los motores más potentes de la economía post-moderna. La economía donde importa siempre menos el valor de uso de los productos y siempre más el valor simbólico y evocador que ellos expresan. La economía de las empresas que hoy producen y venden antes que nada los significados culturales que los objetos y los servicios incorporan (moda, diseño, turismo, restauración, etc.). Y entendieron muy bien que toda inversión cultural redunda positivamente en la ocupación y la renta local como para ya sustituir la progresiva decadencia de producciones industriales muchas veces en la recta final. Ministro Tremonti, carmina dant panem, ciertamente.

(*) Tomado del Corriere della Sera, 10-10-2010. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello

LA CUESTIÓN MAPUCHE: EL “SALVAVIDAS” POLÍTICO PARA LA OPOSICIÓN PIÑERISTA

jueves, 23 de septiembre de 2010

por Juan Carlos Gómez Leyton (*)
 

   Debo confesar que me provoco mucha tristeza escuchar que le gritaran a Carolina Tohá, cuando visito a los comuneros mapuche en huelga de hambre, por parte de los adherentes de la causa mapuche: "¡¡asesina, asesina!!!". Me imagino que su padre, José Tohá, exministro del Gobierno de Salvador Allende, debió "revolcarse" en su tumba. Su hija era insultada con la misma consigna que ella alguna vez, en la década de los ochenta, grito y en rostro a los asesinos de su padre. Carolina Tohá, exministra del gobierno de M. Bachelet y parlamentaria de la Concertación, sin lugar a dudas, es responsable política del mal manejo de la cuestión mapuche por parte de los gobiernos concertacionistas, pero de allí que sea una “asesina” es algo que no comparto para nada con los adherentes y simpatizantes del movimiento social mapuche, me parece un exageración. 
    Me preocupa el clima político que se ha instalado en la sociedad chilena. Pues, lo veo de la siguiente forma. Por un lado, la Concertación dejó pendiente tantas cosas, hizo tan mal otras, especialmente, desde la perspectiva de la democratización profunda que requería la sociedad chilena luego de 17 años de dictadura. Permitiendo con ello que la dominación y la hegemonía neoliberal se impusiera por doquier. Al privilegiar la Concertación la estabilidad política evito y postergó como ha sido habitual en la acción gubernamental de las fuerzas políticas centro-izquierda, la democratización como la transformación social y económica en beneficio de los sectores sociales más desprotegidos de la sociedad chilena. Su interés fue la consolidación del capitalismo neoliberal. Con ello abrió la estructura de oportunidades políticas no sólo para que la derecha política volviera al gobierno sino que "reconstruyó" al animal político que muchos necesitaban para recomponer sus fuerzas políticas y sociales tanto al interior de la Concertación como fuera de ella. Por otro lado, el autoritarismo represivo de la derecha se manifiesta de manera integral y coherente con lo que ha sido también la derecha en Chile, su total desprecio con la democracia y la manifestación política de los ciudadanos.  Se trata de un autoritarismo político selectivo, planificado y certero. Así ha quedado demostrado en la forma como han sido reprimidas las últimas movilizaciones políticas ciudadanas. Y, por cierto, en la manera como el gobierno esta abordando la cuestión mapuche.
    La Concertación responsable política directa del mal manejo de la cuestión indígena. Ahora asume una postura políticamente hipócrita e instrumental. Vergüenza política provoca la "huelga de hambre" de los diputados PS y PC, aunque este último un tanto más consecuente que los otros. Tengo la percepción que la Concertación busca reproducir artificialmente, extempore y de manera ahistórica, el "ambiente político" opositor a la dictadura de Pinochet que le permitió obtener el gobierno en 1990, con el objetivo de recuperarlo en 2014. El problema que enfrenta esta en que el “populismo” de la nueva forma de gobernar de la derecha, es más eficiente hasta el momento y se anota cada vez mejores puntos. La oposición concertacionista totalmente desconcertada ha encontrado un salvavidas, paradojalmente en la cuestión mapuche.
    La situación política de la cuestión mapuche de la cual ahora "todos somos parte", es la excusa que sirve a "moros y cristianos" para converger en contra del gobierno de la derecha, pero sin asumir el problema de fondo que se traduce en entregar: tierra, territorio y autonomía a los mapuche, tal como ha sido sostenido por la nueva movilización mapuche que no se inicio hace 63 días sino hace 20 años. El problema político de fondo se encuentra en que la sociedad chilena debe decidir a asumir la cuestión indígena en toda su dimensionalidad y profundidad política e histórica. Por lo tanto, que se termine la “huelga de hambre”, que se cambie la legislación o que no se apliquen las leyes antiterroristas, no elimina el problema político e histórico sustantivo. Frente ha ese problema los partidos de derecha como los concertacionistas no se pronuncian o prefieren desviar la atención hacia otros temas como el de la educación, de la pobreza, de la exclusión social, etcétera; que siempre terminan siendo "salvavidas" para no comprometerse con el fondo.
    Por eso sostengo que la "cuestión mapuche" le hace bien a la Concertación, a los parlamentarios comunistas y a la izquierda extraparlamentaria, fundamentalmente, porque les sirve para enfrentar al gobierno de Piñera. Pero le hace mal, pésimo, al movimiento mapuche, ya que los encuadra en la institucionalidad política estatal nacional. Pues, bastara que los comuneros en huelga de hambre la levanten para que todos se olviden de ellos. Y, todo vuelva ser normal. Por esa razón, pienso que el movimiento mapuche no debe aceptar la intromisión de aquellos que lo miraban con desden no hace mucho. Este es un movimiento social que los comuneros, los militantes y mártires de la causa mapuche lo han mantenido activo. La huelga debe ser levantada y negociada siempre y cuando las y los chilenos estén dispuestos a restituir a ellos lo que les corresponde que no es otra cosa que: tierra, territorio y autonomía con dignidad y respeto.
    Para que lo anterior sea posible se requiere que la “cuestión mapuche” sea asumida por la ciudadanía nacional toda. Pero, para desgracia de todos los que estamos con el movimiento social y político mapuche, ello no será posible por el momento. Fundamentalmente, porque la mayoría de la ciudadanía nacional estará enajenada e idiotizada en las fiestas del bicentenario y en la mediático rescate de los mineros atrapados en la mina San José. Por el momento, como ha sido históricamente, el pueblo mapuche estará solo en su lucha histórica. 

(*) Historiador chileno

Ciudad de México, septiembre 2010
 

IINTELECTUALES, BASTA DE POLITICA (*)

domingo, 25 de julio de 2010

por Alfonso Berardinelli

Aviso a los progresistas: el progreso ya se terminó. Antes de decir que algo ya está superado muérdanse la lengua, piénsenlo bien. No se avanza sin volver, más o menos, atrás. Lo nuevo no coincide con lo mejor y la línea que nos arrastra hacia el futuro está trazada por el demonio de la destrucción y del olvido. El siglo que está atrás nuestro, siglo de la tabla rasa y de la utopía, de las vanguardias y de las revoluciones, terminó en un cúmulo de escombros, en un triunfo de masacres y genocidios por bien.
Los cementerios de la Modernidad muestran cuanto puede ser aterrador creer que se tiene en el puño, conceptual y políticamente, el futuro curso de la Historia. Desde hace tiempo imaginamos no creer más en el progreso. En realidad la idea de crecimiento económico y de desarrollo tecnológico que tenemos nos recuerda todos los días que nuestra cultura está dominada por una sola cosa: la expansión ilimitada y unidireccional de nuestro poder de borrar el pasado para mejorar el presente.
El siglo XX no fue en absoluto un subseguirse de vanguardias y restauraciones (para superar con nuevas vanguardias) sino más bien una lucha de la modernidad contra el mito de sí misma, contra sus efectos y sus realizaciones. Toda revolución, de izquierda o de derecha, política o técnica, fue acompañada por utopías construidas con materiales mitológicos: la nueva humanidad, el fin de la historia, el nuevo orden, la sociedad liberal, el poder de la razón, el superhombre y el oltreuomo, la comunicación total, la vida plena y la muerte feliz, la producción ininterrumpida…De todos modos, no están superados los Presocráticos y las sabidurías esotéricas (según algunos) ni el arte socrático del diálogo (según otros). Mahoma y la Edad Media cristiana todavía hacen ruido. El Renacimiento y el Iluminismo todavía son las raíces de Occidente pero las raíces también pueden marchitar.
Entonces ¿qué hay que pensar del siglo XX? ¿Qué pensar del afán novecentista por liberarse del siglo XIX, un afán que duró un siglo? Me repito estos pensamientos y estas preguntas alentado por la lectura del imponente, apasionado volumen Modernidad y anti-modernidad (Aragno, 506 páginas) en donde mi coetáneo Cesare De Michelis reunió sus ensayos y estudios sobre el siglo XX. Leo este libro como un balance histórico y como una autobiografía intelectual en la que me reconozco ampliamente. El tono fundamental del libro es el de la insatisfacción, de la decepción. Pero son los interrogantes lo que importa sobre todo. El íncipit no deja espacio para las dudas: “Hace más de cuarenta años que el siglo XX se me escapa en su identidad, sin embargo (…) en este largo período estuve frente a personalidades de poco y mucho relieve y a cuestiones más o menos generales, siempre tratando de penetrar una identidad que me hubiera gustado poder definir (…) Pues bien, me pareció claro que todavía no se sabe lo suficiente del siglo XX: no lo sé yo (…) pero tampoco los otros, menos aún aquellos que más tuvieron la ilusión de saberlo” (p.9).
Como afirma también un título de Massimo Onofri recién reeditado por Avagliano, el siglo XX es un “siglo plural”: un siglo que según De Michelis sigue siendo “innombrable”, del cual “no se logra captar el elemento unificador”.
El choque, la compresenza de moderno y anti-moderno, “evoca precisamente esta íntima contradicción que no logramos resolver”.
Al final de los años noventa De Michelis escribió que el siglo XX es “un siglo doloroso” y que las catástrofes ocurridas ya las vemos completamente, incluso si “por decir la verdad, todo eso debería haber quedado claro por lo menos desde hace cincuenta años, pero no fue así, porque cuando cayó el nazismo quedó el comunismo, cuando llegó la paz volvió a empezar más monstruosa que antes la guerra y poco a poco fue claro para todos que después de la civilización campesina también podía morir la naturaleza” (p.25).
Mas entre ideología, literatura y política, este libro gira alrededor de un personaje decisivo: el intelectual.
El “conformismo de los intelectuales” nace, según De Michelis, cuando nace su compromiso político, cuando los intelectuales se convierten en un grupo y deciden dar el salto de la teoría a la praxis y se sacrifica todo a la “primacía de la política”. El intelectual novecentista surge superando las dos figuras que históricamente lo precedieron, el clérigo y el literato, para los cuales la falta de poder era obvia. Por eso, concluye De Michelis, el verdadero anticonformismo intelectual ya “es sin lugar a duda impolítico” y los intelectuales deberían decidirse a “salir por fin de las trincheras”.
Quien levanta las banderas de la paz y de la no-violencia, eso debería entenderlo. La lucha contra la mentira no es una lucha política, sino más bien impolítica. 

(*) A proposito de la publicacion en Italia del viaje de Cesare De Michelis por la literatura del siglo XX Modernidad y anti-modernidad: un perfil para la actualidad (Editorial Aragno).  Tomado del Corriere della Sera, 21-06-2010. Traduccion para este blog de Mariangela Di Bello

El riesgo de la inestabilidad

sábado, 19 de junio de 2010

UN ACCIDENTE EN EL CAMINO
por Angelo Panebianco (*)

En los días que precedieron a las elecciones británicas, la expectativa de un parlamento en el cual ningún partido obtendría la mayoría absoluta de los escaños se había fortalecido a causa del éxito mediático (que sin embargo no se convirtió en éxito electoral) del “tercer partido”, los Lib Dem de Nick Clegg. Diferentes políticos italianos, y también algún comentarista, creyeron sacar la “lección” según la cual el bipartidismo británico estaba agonizante. Es la costumbre italiana de usar los casos ajenos para sustentar sus tesis preferidas sobre la política di casa nostra.
Ahora que la perspectiva se cumplió, que, de hecho, ningún partido tiene la mayoría absoluta, es probable que muchos continúen sosteniendo aquella tesis. Se equivocan. Ya pasó otras veces. La última fue en el 1974 cuando se formó un gabinete laborista de minoría. Pocos meses después Gran Bretaña volvió a las elecciones, los laboristas obtuvieron la mayoría absoluta de los escaños y volvió a constituirse la normal dialéctica bipartidista. Nada deberia dejar de pensar que las cosas no se den así también esta vez.
Un fuerte éxito de Clegg, tal vez, habría desencadenado cambios pero no hubo tal éxito. También puede haber influido su europeísmo (poco grato a los británicos) pero sobre todo una motivo técnico: el sistema electoral mayoritario les hace la vida difícil a los “terceros partidos” que no dispongan de un consenso territorialmente concentrado. Los electores son llamados a dar un “voto estratégico”, a orientar su propio voto al fin de evitar que el escaño le toque al candidato del partido que más detestan. Es probable que muchos potenciales electores de Clegg al final hayan hecho exactamente lo que aquel sistema electoral invita a hacer, es decir, hayan votado a favor de uno de los dos grandes partidos por temor a desperdiciar su propio voto.
El poco brillante resultado liberal, a su vez, a menos que haya sorpresas, hace poco creíble la posibilidad de una reforma del sistema electoral en sentido proporcional (una reforma, esa sí, que decretaría el fin del bipartidismo).
El “gobierno del premier”, una particular configuración político-institucional, debida a la tradición del bipartidismo, que hace del primer ministro británico un jefe de gobierno poderosísimo, no parece a punto de ser cancelado. Contrariamente a lo que aquí [en Italia]  confunden la democracia británica con la estadounidense, en el sistema británico no hay verdaderos checks and balances, pesos y contrapesos. Si un partido obtiene la mayoría absoluta, el premier, quien también es el jefe del partido, tiene pleno control sobre el gobierno y sobre el parlamento. Si no logra gobernar (como sucedió con los laboristas en los años setenta), eso ocurre sólo porque, en algunas etapas, los problemas sociales que tiene que encarar se tornan muy difíciles de manejar. Seguramente, el premier británico no tiene que enfrentar, a nivel institucional, esos frecuentes y fuertes “poderes de veto” presentes en sistemas, aun tan distintos entre ellos, como el presidencialismo estadounidense o el parlamentarismo italiano. Tarde o temprano, con nuevas elecciones, cualquier accidente en el camino será absorbido. De ahí a que el gobierno (cualquiera sea el Ejecutivo formado) logre tambien manejar la dificilísima situación económica actual, es otra cuestión.
 
(*) Tomado del Corriere della Sera, 10-06-2010. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello

Special Seminary and book presentation.

viernes, 21 de mayo de 2010



Dr Carlos Moreira
Newcastle University Santander Visiting Fellow

9 June 2010, 3pm
Bedson Teaching Centre 1.48
Jointly Organized by:
School of Geography, Politics and Sociology
School of Modern Languages
Americas Research Group

A propósito de la Pachamama, las cumbres y el cambio climático

miércoles, 19 de mayo de 2010

por Rhina Roux (*)

En relación con la polémica abierta por el debate Stefanoni-Blanco, que también es interés de Prada y de muchos de nosotros, creo que para pensar la nueva gramática de la rebelión es necesario pensar también la nueva forma de la dominación. Eso intentamos, o quizá apenas balbuceamos, en el texto Capitales, tecnologías y mundos de la vida. El despojo de los cuatro elementos (Adolfo Gilly y Rhina Roux, Herramienta 40, Buenos Aires, marzo 2009, pp. 21-46). Quisimos enfatizar ahí la cuestión del despojo, porque muchas discusiones parecen centrarse en un problema de políticas públicas (el neoliberalismo) (y sus cambios desde el aparato del Estado).

Si el diagnóstico es correcto, y el despojo adquiere nuevas proporciones gracias a las innovaciones tecnológicas, se iluminan de otro modo los significados profundos de las rebeliones indígenas (que no son, por cierto, y en eso coincido con Mabel Thaites Rey, porque el mundo es ancho y complejo, las únicas nuevas formas de la rebelión).

Pienso que lo novedoso de estas rebeliones, en contraste con otras épocas, es que en sus luchas actualizadas en defensa de la comunidad natural está también contenida su conexión empírica con otras luchas de afirmación del trabajo viviente, es decir, de la condición humana. En medio de la catástrofe ecológica que acompaña a la actual mutación en la relación de capital, lo que otorga una nueva universalidad a estas rebeliones es que, en la defensa de sus comunidades y territorios, está también contenida la afirmación de la vida humana frente a la racionalidad inherentemente depredadora del proceso-capital. En esas anduvieron las guerras del agua y del gas en Bolivia, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, la defensa de la autonomía y de los territorios de las comunidades indígenas de México, Bolivia y Ecuador o la insubordinación de los pueblos indígenas de la Amazonia.

El nuevo contenido universal de la rebelión de las comunidades agrarias, expresado en metáforas y mitos propios de civilizaciones milenarias (es decir, desde los mundos de la vida en que esas comunidades interpretan el Diluvio en curso), no radica en la adopción de un discurso trascendental. Su soporte material y social reside en el enfrentamiento con un fenómeno nuevo: la generalización de la irrupción violenta y destructiva del capital en los antes dominios de la naturaleza y en sus propios mundos de la vida. A diferencia de Hugo Blanco, que el señor sí sabe bien de esto desde toda su vida, esto es lo que no parece entender Stefanoni, quien me parece se queda muy en la superficie, confundiendo el resorte profundo de la rebelión de la comunidad natural con los discursos de las muchas ONG's y recién convertidos al indigenismo que, ellos sí, pienso, pretenden convertir una experiencia histórica concreta y compleja en un nuevo modelo universal para todos los pueblos. El trabajo viviente, el no-capital, adquiere distintos y múltiples rostros. Experiencia acumulada y memoria, como dice Mabel Thwaites Rey, más cultura, resultan en un multicolor y fascinante rompecabezas de la rebelión.

(*) Rhina Roux es politóloga y profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco (México), e integra el Grupo de Trabajo de CLACSO El Estado en America Latina. Rupturas y continuidades, que coordina la Dra. Mabel Thwaites Rey.

Crisis del capitalismo e imaginarios colectivos

jueves, 13 de mayo de 2010

por Raúl Prada Alcoreza *

Pablo Stefanoni, economista, investigador y periodista parece que no se ha dado por enterado de la crisis del capitalismo, de los ciclos del capitalismo, de las crisis ciclas del capitalismo, de las crisis financieras que anuncian el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Menos puede esperarse que se haya enterado de la crisis congénita al crecimiento y el desarrollo capitalista, tampoco podemos esperar que comprenda lo que significa la crisis estructural del capitalismo. Por eso se ufana de dar una lista de situaciones y hechos donde trata de demostrarnos que el capitalismo está vivito y coleando, para terminar preguntarse que “¿no vendría bien un poquito de descriptivismo ante el riesgo contrario de salirnos completamente de la realidad?”. Parece concluir orgulloso con esta pregunta una columna que inscribe como título otra pregunta: “¿Una revolución mundial capitalista? “, calificándose un poco más abajo de aguafiestas, lo que parece hacerlo feliz. No estoy muy seguro que el economista haya entendido la diferencia entre la mirada orgánica, estructural e integral de los procesos, de la mirada descriptiva y, en este caso, diseminada de los hechos. Tampoco estoy seguro que el investigador haya investigado objetivamente las tendencias inmanentes del proceso de acumulación capitalista, menos su desplazamiento en las economías nacionales y la economía mundial. Estoy menos seguro que el periodista este informando sobre la relación de los hechos. Más bien parece tratarse de una toma de posiciones en el campo de batalla del proceso boliviano, optando por una tendencia pragmatista y realismo político en el campo de fuerzas que pugnan el proceso. Se cree muy ingenioso al descalificar los rituales y las ceremonias de la challa dedicadas a ofrendar a la pachamama, al cuestionar con cierto aire de pedantería y pretendido racionalismo las creencias, los saberes y las interpretaciones que giran alrededor de la cosmovisión del pacha, del equilibrio y la armonía dual y complementaria, que forma parte de las concepciones heredadas, recreadas y reconfiguradas andinas. El columnista considera que nos da una lección cuando distingue, usando a prestigiosos historiadores – que creo no estarían dispuestos a apoyar estos devaneos -, los movimientos indígenas en sus distintos contextos históricos, sobre todo los relativos a la rebelión indígena del siglo XVIII, de los discursos contemporáneos de reivindicació n cultural, anticoloniales e interpretativos de lo que se denomina como pachacuti, que quiere decir trastrocamiento, crisis, retorno; discursos que califica despectivamente como “pachamamismo”, lo que expresa un oculto racismo y los prejuicios recurrentes de una izquierda colonial. Toda esta elucubración no es otra cosa que la muestra de un gran desconocimiento del tema y del problema.

A pesar de haber investigado una ruta, la historia del instrumento político (MAS), que forma parte de todo un complejo de procesos inherentes de los movimientos sociales desatados desde la masacre del valle (1974), no parece haber entendido mucho de las lógicas inmanentes de estos procesos y de las dinámicas moleculares de los movimientos sociales, tampoco de las formas representativas que acompañaron la formación del instrumento político. Entre estas formas jugaron un papel politizador las recuperaciones simbólicas en los imaginarios sociales, en la reconstrucció n de las identidades colectivas; por ejemplo el discurso katarista ha formado parte de la atmósfera representativa y de legitimación de las resistencias, rebeliones y movimientos de las últimas décadas.

Lo que pasó en Tiquipaya tiene que ver tanto con una lectura de la crisis del capitalismo, desde la perspectiva de la crisis ecológica, como también con las reivindicaciones de los pueblos indígenas y el posicionamiento de otra perspectiva civilizatoria y culturar nombrada como vivir bien. Esta conferencia mundial de pueblos en defensa de la madre tierra desplazó las discusiones de las cumbres, circunscritas en la evaluación del calentamiento global, hacia el análisis de las causas estructurales del cambio climático. Este es un logro que no se puede desacreditar por una especie de deleite periodístico convertido en supuesta crítica. Llamo comienzo de una revolución mundial anticapitalista a este acontecimiento por el compromiso logrado por los movimientos sociales asistentes de defender los derechos de la madre tierra, identificando al capitalismo como la causa estructural de la crisis ecológica; creo que forma parte de los nuevos movimientos antisistémicos antiglobalizadores, anticapitalistas y ecologistas.

* Viceministro de Planificación Estratégica del Estado de Bolivia. Docente e investigador de Socología.

¿Adónde nos lleva el pachamamismo?

miércoles, 12 de mayo de 2010

por Pablo Stefanoni (*)

La cumbre de Tiquipaya, más allá de los pollos, los gays y los calvos que ocuparon amplias portadas de los medios, en lo que podría interpretarse como un lapsus presidencial, dejó una evidencia hacia el futuro: el proceso de cambio es demasiado importante para dejarlo en manos de los pachamámicos. La pose de autenticidad ancestral puede ser útil para seducir a los turistas revolucionarios en busca del "exotismo familiar" latinoamericano y más aun boliviano (al decir de Marc Saint-Upéry) pero no parece capaz de aportar nada significativo en términos de construcción de un nuevo Estado, de puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo, de discusión de un modelo productivo viable o de nuevas formas de democracia y participación popular. Más bien, el pachamamismo –una suerte de "neolengua" a la moda- contribuye a disolver las profundas ansias de cambio de los bolivianos en el saco roto de una supuesta filosofía alternativa a la occidental, aunque a menudo es aprendida en espacios globales como los talleres de ONGs, en la calma de la Duke University o en los cursos supervisados por Catherine Walsh en la Universidad Andina o la Flacso Ecuador. Al final de cuentas, como queda cada vez más en evidencia, estamos en presencia de un discurso indígena (new age) global con escasa capacidad para reflejar las etnicidades realmente existentes. Y como en los países del socialismo real, esta "neolengua" puede ampliar hasta el infinito el hiato entre el discurso y la realidad (¿por qué no dicen nada del extractivismo y la reprimarización de la economía?, por ejemplo), debilitando las energías transformadoras de la sociedad. Así, en lugar de discutir cómo combinar las expectativas de desarrollo con un eco-ambientalismo inteligente, el discurso pachamámico nos ofrece una catarata de palabras en aymara, pronunciadas con tono enigmático, y una cándida lectura de la crisis del capitalismo y de la civilización occidental. O directamente, exabruptos interpretativos, como el de Fernando Huanacuni, funcionario de la Cancillería, que le dijo a un diario argentino que el sismo en Haití fue un pequeño aviso del ímpetu económico-global- cósmico-telú rico-educativo de la Pachamama. ¿Acaso [el alcalde electo de El Alto y cuestionado dirigente sindical] Edgar Patana hace política desde una nueva espiritualidad, [el senador y Ejecutivo campesino] Isaac Ávalos interviene en el Senado pidiéndole permiso al abuelo Cosmos o [el viceministro de Régimen Interior] Gustavo Torrico manejará la Policía con el criterio de que los derechos de la Pachamama (y de las hormigas) son más importantes que los derechos humanos? En Europa hay mucha más conciencia del reciclado de basura (incluyendo los plásticos) que en nuestro país, donde en muchos sentidos está todo por hacer, y un ecologismo informado –y técnicamente sólido- parece mucho más efectivo que manejar el cambio climático desde una supuesta filosofía originaria, a menudo una coartada de algunos intelectuales urbanos para no abordar los problemas urgentes que vive el país. Muchos de los errores oficiales en la cumbre no son ajenos a haberle entregado a los pachamámicos la temática del cambio climático, cuya irresponsabilidad impide a Bolivia jugar con seriedad en las grandes ligas mundiales. A muchos intelectuales, el laboratorio boliviano puede darles ingentes insumos para sus investigaciones, y muchas ONG están encantadas de financiar todo tipo de experimentos sociales. Pero para los bolivianos el costo de una nueva oportunidad perdida sería impagable por todos los proyectos de la Cooperación juntos. Addendum [Lo antedicho] provocó una respuesta airada de algunos compañeros, que –sin ser mencionados– se consideran parte de la corriente pachamámica, a la que, sin ninguna evidencia, buscan transformar en sinónimo de indígena y en la base ideológica única del actual proceso de cambio. En realidad, el indianismo era inexistente en el Chapare, y en el Altiplano, Felipe Quispe hablaba menos de la Pacha-Mama y el Pacha-Tata que de tractores, Internet, proyectos de desarrollo rural para los comunarios, en el marco de un proyecto nacionalista aymara. Kataristas e indianistas hacían política; los pachamámicos esoterismo. Yo nunca vi, pero quizás me equivoque, un bloqueo por el "vivir bien". Tampoco el pachamamismo fue la base discursiva de las rebeliones indígenas del siglo XVIII, XIX o XX, como Forrest Hylton lo muestra para Chayanta (1927), allí los caciques apoderados reclamaban educación y reconocimiento de sus autoridades y de sus tierras en alianza con sectores de la izquierda urbana, con una interpelación cargada de discursos antiesclavistas moderno/occidentales. Y en los 40 y 50 los sindicatos rompieron, en muchas regiones, con el rol conservador de las autoridades tradicionales en la preservación de un statu quo neocolonial. Muchas de sus categorías, como el chacha-warmi por tomar sólo una, no resisten la investigación histórica, y según Milton Eyzaguirre tiene más que ver con la imposición de la visión católica del matrimonio que con costumbres ancestrales. ¿Descolonizar será volver a las dos repúblicas del Virrey Toledo? Al fin de cuentas hay pachamámicos no indígenas e indígenas no pachamámicos -posiblemente la mayoría- por lo que considerar racista a cualquier crítica no tiene mucho asidero. Aunque parece profundamente radical, su generalidad "filosófica" no da ninguna pista sobre la superación del capitalismo dependiente, el extractivismo o el rentismo, ni sobre la construcción de un nuevo Estado, o la necesidad de formas "post peguistas" de hacer política. Aunque tiene poca incidencia en el Gobierno, el pachamamismo emite un discurso útil para que cualquier debate serio caiga en la retórica "filosófica" hueca. El debate sobre la descolonización no puede dejar de lado la tensión entre la supervivencia del gueto (bajo la forma de la preservación de la identidad y la cultura `ancestrales' o de las teorías del indio `buen agricultor' o directamente buen salvaje- ecológico estilo Avatar) y la asimilación: acceso a la cultura `universal'. Posiblemente de una vía intermedia entre ambos extremos pueda surgir un camino exitoso de descolonizació n y movilidad social y cultural. (Por algo en algunas haciendas, los propietarios, no precisamente pluri-multis, sólo dejaban entrar a curas que hablaran en aymara con sus colonos…no fuera que aprendieran castellano y se marcharan). El pachamamismo impide discutir seriamente –entre otras cosas– qué es ser indígena en el siglo XXI. ¿Acaso el propietario aymara de una flota de minibuses en El Alto, convertido al pentecostalismo, se puede asimilar sin más con un comunario del Norte de Potosí que sigue produciendo en el marco de una economía étnica? ¿Cómo es posible aplicar el modelo comunitarista en un país mayoritariamente urbano y atravesado por todo tipo de hibridaciones/ migraciones/ inserción en los mercados globales y surgimiento de una burguesía comercial indígena/chola? Y finalmente: ¿quién eligió a los globalizados intelectuales "pachamámicos" para hablar en nombre de los indígenas de Bolivia y del mundo? Sí, son preguntas de un "mono-pensador" pero quizás valga la pena responderlas.

(*) Publicado en Sin Permiso 09/05/10. El autor es director de Le Monde Diplomatique Bolivia

EL 1 DE MAYO, EL DIA DE LOS TRABAJADORES EN LA PAZ Y EN SANTIAGO DE CHILE

sábado, 8 de mayo de 2010

por Juan Carlos Gómez Leyton*

Es habitual que los 1 de mayo, las marchas y desfiles se multipliquen por las calles y avenidas de las principales ciudades del mundo capitalista. Para la mayoría de las y los trabajadores que integran las populosas concentraciones proletarias, no se trata de un desfile festivo sino de una protesta política, una expresión de poder, en contra del capital y su dominación como también el momento para expresar sus demandas y exigencias sociales, económicas y políticas, a los gobiernos, en particular, y a la sociedad, en general. Ese es el carácter que desde el siglo XIX hasta hoy ha tenido y debe tener el 1 de mayo, el día en que los trabajadores conmemoran a la larga lucha política por su emancipación social y económica. Por consiguiente, no es una celebración festiva y lúdica ni menos el día internacional del trabajo, sino un momento más de lucha.

Las conmemoraciones históricas, sociales y políticas tienen la cualidad de mostrarnos o reflejar como es la sociedad en que vivimos. He tenido la oportunidad de estar presente en distintas ciudades de “Nuestra América” y de Europa, el día en que las y los trabajadores del mundo recuerdan a las victimas de Chicago y manifiestan su “rabia” en contra el poder del capital. Esas experiencias observadas en Ciudad México D. F, Buenos Aires, Madrid, Salamanca y, ahora, en La Paz, me motivan a escribir estas reflexiones en relación con lo ocurre con la conmemoración del 1 de mayo, que año tras año convoca la Central Unitaria de Trabajadores de Chile, CUT, a la cual he asistido regularmente en los últimos 20 años con excepción de aquellos 1 de mayo que he estado en las ciudades antes indicadas.

Como sabemos la comparación sociológica y política es una forma de conocer, comprender e interpretar la acción social de los sujetos sociales de una sociedad dada y, no es algo “odioso” como lo plantea el refrán popular. Lo que voy hacer en este artículo, es un ejercicio sociopolítico comparativo libre, o sea, sin la rigurosidad científica ni analítica como lo impone el método comparativo en las ciencias sociales. Voy comparar la manifestación conmemorativa de las y los trabajadores de Bolivia y Chile, específicamente, la marcha, que tanto la Central Obrera Boliviana y la Central Unitaria de Trabajadores convocan los unos de mayo de cada año. Dado su regularidad calendar tiene una ritualidad y una rutinización posible de observar año tras año. En si se trata de dos actos políticos que pueden ser tratados como fenómenos sociológicos articulados por un actor social, específico, la clase trabajadora organizada, por lo tanto, podemos averiguar las razones estratégicas como los motivos que inducen a una acción determinada en un día específico: la marcha conmemorativa de 1 de mayo como manifestación del día de los trabajadores. Como actos sociales no pueden desligarse de lo que son sus sociedades o desprenderse de los procesos sociales políticos que las afectan.

En ese sentido son dos actos que se realizan en dos sociedades que se encuentran en momentos históricos muy distintos. Siendo ambas sociedades capitalistas periféricas y dependientes. Receptoras, antes que productoras, de la globalización mercantil-financiera. La sociedad boliviana, atraviesa por un ingente proceso de cambios políticos profundos que le han llevado a modificar completamente la superestructura jurídica-político del Estado, a través de la refundación del Estado-nación en una nueva forma estatal, el Estado Plurinacional en él cual se reconoce la autonomía de las diversas naciones que habitan el territorio boliviano; se ha establecido, recientemente, la democracia social participativa, un nuevo tipo de régimen político democrático. En el cual se instalan nuevas formas y mecanismos de articulación entre el poder local, regional y el plurinacional. En las elecciones del pasado 4 de abril, las diversas ciudadanías bolivianas estrenaron, no con pocas ni importantes contradicciones y conflictos políticos tanto para el bloque gobernante que dirige el Presidente Evo Morales como para las distintas oposiciones que se han constituido, el nuevo sistema político democrático. Podríamos decir que pasado el momento constituyente, la nueva democracia boliviana se puso en movimiento y comienza funcionar. Al mismo tiempo el gobierno del Estado Plurinacional ha continuado con sus políticas económicas tendiente a conformar una nueva base económica-productiva del país en correspondencia con las nuevas formas políticas y jurídicas del Estado Plurinacional como del régimen político. Ese su actual y más importante desafío. Cabe apuntar que durante la conmemoración del 1 de mayo el Presidente Evo Morales, en Corani, localidad del departamento de Cochabamba, ha firmado los decretos supremos 493 y 494 de nacionalización de tres importantes empresas eléctricas que operan en el país.

Se trata de una sociedad en movimiento, en proceso de cambio histórico y político. La sociedad plurinacional boliviana esta dejando atrás al viejo estado liberal y colonialista; a la democracia representativa y al proceso de acumulación neoliberal, pero su gran obstáculo sigue siendo, el capitalismo, o sea, la expropiación del excedente producido por los trabajadores bolivianos de manera privada. El excedente nacionalizado, siendo importante, sigue siendo relativamente marginal, al total del excedente producido por el capital privado nacional como extranjero que opera en la sociedad boliviana. Por último, la propiedad privada de los medios de producción por parte del capital productivo, mercantil y financiero conservan su intacta su dominación, o sea, en otras palabras, en ultima instancia, el capital conserva gran parte de su estructura de poder económico y por ende político. El capital es dominante, pero nos productor completo y único de la hegemonía.

Chile es todo lo contrario de lo que ocurre en la sociedad boliviana. En la sociedad chilena la dominación y hegemonía capitalista en su versión neoliberal es total y completa. El gobierno esta en manos de la derecha empresarial y de los sectores sociales y políticos más retrógrados y reaccionarios del país. Presidido por el representante del capital financiero-mercantil, Sebastian Piñera, ampliamente conocido por sus prácticas anti-sindicales y anti-proletarias, potencian la dominación capitalista más que debilitarla. Se trata de una sociedad conservadora, con una ciudadanía fragmentada, neoliberal e individualista, profundamente desigual y con una de las estabilidades políticas y sociales más destacadas de la región. Es una sociedad que experimenta un proceso de cambio en una dirección inversa de la que experimenta la sociedad boliviana. Es una sociedad despolitizada, sin movimientos sociales –independiente del movimiento social mapuche- en donde los sectores sociales opositores, que supuestamente resisten a la dominación capitalista, carecen de proyectos políticos e históricos alternativos con cierta viabilidad política y no ficciones de papel y retóricas demagógicas. Se trata actores políticos y sociales con mucha identidad pero sin libretos y sin narrativas políticas articuladoras de proyectos colectivos. En otras palabras, no tienen consciencia de clase, sino más bien, con valores de pertenencia a una colectividad grupal recargada de identidad cultural, pero no económica ni social.

Dicho lo anterior a modo de contexto, vamos a la comparación. Una primera constatación es la presencia masiva de trabajadores organizados en sindicatos. En Bolivia, el sindicalismo tanto el viejo como el nuevo es una fuerza social y política que se manifiesta vigorosa y pujantemente. Fue asombroso, en relación, a lo que he observado, durante los últimos años en Chile, la presencia de cientos de sindicatos de las más diversas ramas de la producción. Según la información periodística, 57 confederaciones agrupadas en la Central Obrera Boliviana, COB, marcharon el 1 de mayo por la calles de La Paz. Muchos me dirán, con justa razón, que en Chile la dictadura, primero, luego, la concertación, con sus políticas neoliberales, se encargaron de destruir el sindicalismo nacional y, por esa razón, no se ven a las y los trabajadores organizados en sindicatos marchando por las calles de Santiago u otras ciudades del país, con sus emblemas y estandartes como lo hacen los sindicatos bolivianos. Sin lugar a dudas, que ello es efectivo. Pero, también, tengo la impresión de que en Chile ser trabajador, obrero, proletario, no se ve con orgullo sino más bien como un pesado karma del cual muchas y muchos quieren escapar. Es una identidad social que complicada la existencia, por esa, razón muchas y muchos trabajadores que asisten a la marcha de la CUT, lo hacen portando su identidad grupal. Mientras que las y los trabajadores bolivianos, muchos de ellos ataviadas con sus trajes que los identifican como pertenecientes a una u otra nación originaria, lo hacen detrás del estandarte del sindicato de la fábrica en donde laboran, en otros, términos asisten como proletarios.

Una segunda comparación es la disciplina y orden en que las y los trabajadores marchan por las principales calles de la Ciudad de La Paz. El orden proletario no indica pasividad ni falta de combatividad todo lo contrario, sabemos bien de las luchas de la Confederación Obrera Boliviana (COB) tanto ayer como hoy en defensa de los intereses de las y los proletarios. Ni tampoco excluye la disidencia ni el conflicto entre las distintas tendencias políticas que se manifiestan, actualmente, al interior del movimiento obrero boliviano. Efectivamente, una de las pocas escaramuzas las protagonizaron los propios trabajadores, al confrontarse los sectores proletarios vinculados al sector fabril y los obreros vinculados a las actividades extractivas, minería. Los primeros críticos de las conducción del dirigente Pedro Montes, minero y cercano al gobierno, secretario de la COB. La marcha se inicio con la COB en la vanguardia y finalizó liderada por la Confederación General de Trabajadores fabriles de Bolivia, CGTFB. Las marchas que organiza la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) se caracterizan por el desorden, la displicencia de los desfilan. Se trata de masas o, -como diría Negri- de una multitud heterogénea, ocultas entre cientos de banderas partidistas, emblemas varios, lienzos y pancartas con leyendas alusivas a demandas de todo tipo y situaciones, entre ese mar, uno que otro emblema sindical. Es una marcha que carece de organización social y política y, sobre todo, que nos habla de un deficit: disciplina política que se requiere para poder constituirse en un efectivo contrapoder político y social. En la “marcha de la CUT”, la manifestación política de las disidencias predomina ante la necesaria unidad en la diversidad política que debiera existir entre las y los trabajadores, para tener capacidad de imponer sus intereses a las fuerza del capital como de los gobiernos de turno.

Tercera comparación: la marcha de protesta de la COB y de las federaciones de sindicatos bolivianos no requiere de discursos políticos ni de números artísticos para tener masividad en su convocatoria. Las y los trabajadores asisten porque son parte de una organización sindical. El sindicato es la organización base y primaria de la fuerza proletaria boliviana. Además, asisten masivamente porque tienen aquello que en Chile muchos se encargaron en la propia izquierda de decir que era algo negativo: consciencia de clase, y no sólo identidad histórica social y política. Los que asisten son trabajadores de todas las edades, hombres y mujeres. Algunas de ellas con sus hijos en las espaldas. Su asistencia es una clara manifestación de la fuerza social y política del movimiento y de la importancia política del sindicato. En nuestros 1 de mayo, lo central lo constituye el discurso del presidente de la CUT, aunque nadie de los que asisten lo escucha. Puesto como es casi ya un ritual de los últimos 20 años, los asistentes a la marcha, comienzan a retirarse en el momento mismo en que el dirigente inicia su discurso y los diversos grupos de “combatientes revolucionarios” inician su intrascendente confrontación con la policía. Por cierto, son los medios de comunicación los más interesados en las palabras del presidente de la CUT. En la marcha del movimiento sindical boliviano que tuvo una duración de aproximadamente, dos horas y media. No hubo discursos ni números artísticos. Pero si consignas y carteles en los cuales se rechazaban las políticas del actual gobierno de Evo Morales y se demandaba la renuncia de la Ministra del Trabajo. E, incluso, carteles que aludían a la conducción política de los dirigentes de la COB. Al mismo tiempo se hacían oír las vivas a la clase trabajadora y los gritos que evocaban a los mártires de Chicago. En Chile el “babelismo voceril” es patético. Basta con revisar el audio del video realizado y subido a la web por los periodistas de radio Cooperativa de la marcha de la CUT, para comprobar lo que planteo aquí.

Cuarta comparación, la marcha de la COB y de la CGTFB fue una manifestación de las y los trabajadores organizados en sindicatos y no de los partidos políticos ni de los estudiantes ni de los pobladores, ni de la clase política oportunista como los concertacionistas que aparecieron el sábado en la marcha de la CUT, sino de los proletarios. O sea, como se decía, ayer, de los productores. Ello no quiere decir que no estuvieran los jóvenes universitarios ni los militantes de los partidos populares ni los pobladores ni otros grupos sociales de la sociedad civil, estaban presentes. Pero ellos eran los actores, ni siquiera secundarios, sino, simplemente, de reparto. Esta es una diferencia sustantiva con lo que ocurre con la marcha del 1 de mayo en Chile. La presencia de los estudiantes universitarios y secundarios y de las y los jóvenes militantes de partidos como de movimientos sociales y políticos varios es, manifiestamente, superior a la presencia de las y los trabajadores. Ellos son la multitud en el desfile. En la marcha de la CUT todos quieren estar y ser vistos y oídos. Aparecer en escena. Mucho mejor sin son captados por los lentes multiplicadores de la televisión. No es que estemos criticando su presencia, sólo quiero llamar la atención sobre el excesivo protagonismo que muchas veces ellos asumen. Remito a los lectores al video antes señalado. Su presencia masiva nos indica la debilidad ya estructural del movimiento sindical chileno. Cabe señalar que el sindicalismo boliviano, especialmente, el organizado en el COB ha sufrido diversas situaciones a lo largo de la historia, persecuciones, cooptaciones, corrupciones, fragmentaciones, tanto de las diversas dictaduras militares que siguieron al golpe de estado de 1971 como de la experiencia neoliberal que afecto a la sociedad boliviana desde 1982 hasta el aproximadamente el año 2000. Por consiguiente, la represión política y persecución de parte de las dictadura militar, ni las políticas neoliberales en materia laboral impulsadas por los gobiernos concertacionistas como las malas prácticas de los empresarios pueden seguir siendo invocadas como factores de la persistente debilidad del movimiento sindical nacional sino que su explicación tiene que ver con la conformación de una ciudadanía patrimonial, propietaria en base a ser empleado que percibe un ingreso y no un salario, por ende, la negación, por parte de las y los trabajadores, de la condición de asalariados, en otras palabras de proletarios.

Quinta comparación, la marcha de las y los trabajadores bolivianos es un acto de protesta social y política en contra del capital, de los abusos de los empresarios y/o en contra de las políticas laborales del gobierno. Y, no un acto mercantil. Las marchas de la CUT en los últimos 20 años se han convertido, siguiendo la tendencia de toda la formación socioeconómica nacional, en lugar en donde el mercado, diríamos empresarial popular, se instala. Allí es donde se vende todo lo que sea relacionado con el día internacional de los trabajadores o, simplemente, en buen momento para vender lo que sea, desde comida a libros o cualquier “chuchería” posible. A lo largo del espacio por donde va transitar la marcha proletaria, los comerciantes populares instalan sus improvisados puestos. En ellos la mercancía en su doble condición, al decir de Carlitos (Marx), con valor de uso y de cambio (lucro, incluido) se impone con toda su majestuosidad capitalista. De esa forma la marcha de la CUT se ha transformado en un gran espacio mercantil, en un pequeño “mall”. Pero este fenómeno no es privativo del 1 de mayo sino también de cualquier otro acto político organizado por las fuerzas políticas populares, ejemplos, de ellos es lo que ocurre, para el día 11 de septiembre, o, basta con asistir al “gran mall” de la fiesta de los abrazos cada enero. Se justifica este “mall” político-popular, señalando que se trata de un mecanismo mercantil para que algunas colectividades y organizaciones sociales y políticas recauden ingresos. Pero esta justificación siendo, tal vez, correcta, pienso que agrava la cuestión, porque esas agrupaciones que, por lo general, tienen un discurso anti-mercado, consideran a los asistentes a la marcha, no sólo como manifestantes que protestan en contra de la dominación social, económica y política que les impone el mercado capitalista, sino como potenciales consumidores-clientes. El contraste con la marcha del 1de mayo en La Paz es altamente gratificante. Puesto que no encontré a lo largo de todo el recorrido de unas 20 cuadras por el Paseo El Prado de la Ciudad de La Paz, ningún vendedor popular ni un kiosko del partido x o z, o de alguna organización social u ONG vendiendo, absolutamente, nada. Una maravilla, fantástico. En las calles de La Paz, estaban las y los trabajadores, en un acto político, serio, combativo, reivindicativo y responsable. Y, no en un paseo lúdico, artístico ni en un acto consumista. Era una marcha libre de mercado.

Sexta y última comparación. En todo el recorrido de la marcha no observe ningún tipo de disturbio, ni desmanes, ni ataque por parte de los manifestantes a las entidades bancarias, financieras, casas comerciales, u otras de ese tipo como ocurre frecuentemente en Santiago. Salvo la gresca entre los obreros fabriles y los mineros antes señalada, por la conducción de la marcha. Tampoco observé una disposición a la confrontación con la fuerza pública. La cual a diferencia de lo que ocurre en Chile, estaban presentes, pero a una distancia bastante prudente de la marcha. El desfile transcurrió en paz. En Santiago es, también, parte del ritual político: si la marcha no termina en una feroz gresca con los “pacos”, con cientos de detenidos, miles de pesos en destrozos en la propiedad pública y privada, con unas cuantas bombas molotov y lacrimógenas y centenas de piedras lanzadas, otros cuantos manifestantes golpeados por las fuerzas espaciales y no hubo marcha ni manifestación política de los trabajadores. La violencia política que se manifiesta en la marcha del 1 de mayo como también el 11 de septiembre, no ha producido consecuencia alguna en el sistema político nacional que no sea aumentar la fuerza represiva del aparato del estado en contra de cualquier acto político popular. No ha contribuido hacer más fuerte al movimiento obrero y popular. Ni tampoco ha permitido que las organizaciones políticas y sociales que se manifiestan de esa forma logren tener una mayor incidencia en la sociedad civil o en el movimiento popular. No sirve para acentuar la supuesta calidad de revolucionaria de las organizaciones como de los militantes que las protagonizan.

Estas comparaciones que hemos realizado en torno a la conmemoración del 1 de mayo por parte del movimiento obrero y sindical boliviano y la Central Unitaria de Trabajadores de Chile ha tenido como objetivo señalar y marcar las diferencias entre ambas instancias con la intención de que las y los trabajadores chilenos puedan comenzar a recuperar la dignidad de ser proletarios y, sobre todo, la capacidad de organizarse para luchar por sus reivindicaciones políticas, sociales y económicas. Pues la única forma de confrontar el poder del capital hoy en el gobierno es conformando un poder sindical fuerte y unido. Mientras que las y los trabajadores continúen apoyando directa o indirectamente con sus acciones sociales, económicas, políticas y culturales a la sociedad neoliberal, su enajenamiento en ella será mayor. Y, sobre todo, la reproducción de la hegemonía y dominación capitalista perdurara más allá de los eventuales gobiernos del capital empresarial como ocurre hoy en día.

* Dr. en Ciencia Política-Historiador. Profesor Titular y Director Académico del Doctorado en Procesos Políticos y Sociales en América Latina, UARCIS. Investigador becario CONICYT-Beca Chile. Realiza una estancia académica posdoctoral en la Universidad Autónoma de México, UNAM y en el CIDES, de la Universidad Mayor de San Andrés, UMSA, de La Paz, Bolivia.

Presentación - Tres escritos sobre Marx

miércoles, 14 de abril de 2010


El viernes 16 de Abril, a las 19:00 hrs en el Aula I del edificio Juana Manso, se presentará el libro Tres escritos sobre Marx escrito en coautoría entre Carlos Moreira y Dante Ávaro. Los invitamos a acompañarnos.




Mesa Redonda

lunes, 5 de abril de 2010

CHILE Y MEXICO HOY

POLITICA Y SOCIEDAD

Viernes 9 de abril 19 horas


Participan:


Dr. Juan Carlos Gómez Leyton

Doctor en Ciencia Política (FLACSO-México) e Historiador, chileno, Director Académico del programa de doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina de la Universidad ARCIS de Chile. Especialista en historia y política reciente de Chile y de América Latina. Entre sus libros se destacan: La Frontera de la democracia, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2004; La Nueva Política en América Latina. Continuidades y Rupturas (en coordinación con Carlos Moreira y Diego Raús), Editorial TRILCE, Montevideo, 2007. y Debates sobre la Historia Política Reciente: Democracia, Ciudadanía y Política en la sociedad neoliberal triunfante. Chile 1990-2010, Editorial UARCIS-CLACSO Coediciones, de próxima publicación.

Dr. Ángel Manuel Ortiz Marín.

Doctor en Comunicación Social por la Universidad de La Habana, Cuba. Profesor de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Baja California y miembro del Sistema Nacional de Investigadores SNI-Nivel I, de México. Coordinador del Proyecto del Observatorio Global Mediático de la Frontera y Coordinador de Investigación del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC) de México. Director de la Radio Universitaria de la UABC; Director de comunicación social y relaciones públicas de la UABC; Coordinador de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Humanas; y Director de la Facultad de Ciencias Humanas en dos periodos consecutivos (1998-2002 y 2002-2006).

Moderador:

Dr. Carlos Moreira

Profesor e Investigador de la Universidad Nacional de Lanús.

Noticias desde Asunción

sábado, 20 de marzo de 2010


Con una presentación a cargo del Dr Domingo Rivarola, FLACSO Paraguay dio inicio a los cursos correspondientes a la Maestria en Ciencias Sociales (3ra.Promoción).
El Director de FLACSO Paraguay recordó la historia de la FLACSO desde su fundación en Santiago de Chile en 1957, así como la trayectoria seguida por la Unidad Academica paraguaya desde su creación en el año 2007.
En la ocasión, el Dr. Carlos Moreira, miembro del Consejo Académico de FLACSO Paraguay, brindó una conferencia magistral sobre el tema "Los dilemas de la democracia latinoamericana en la década que se inicia", destacando que los problemas de funcionamiento del estado de derecho, la desigualdad social y el deficit de capacidad estatal en el plano de las polìticas pùblicas asoman como los principales retos a vencer.

Mesa redonda

viernes, 12 de marzo de 2010

Presentación - Tres escritos sobre Marx

martes, 9 de marzo de 2010

Santander Awards 2009-10

martes, 2 de marzo de 2010

Tenemos el agrado de anunciarles los resultados de los Santander Awards del calendario academico 2009-2010, donde Carlos Moreira fue elegido en su proyecto acerca de la Democracia y el Desarrollo de la Justicia. De esta manera, Moreira tendrá una estadía en la Newcastle University en el correr del año.

"We are pleased to announce the following awards in the Visiting Research Fellowship Scheme:
Professor Carlos Moreira from the Universidad Nacional de Lanus, Argentina (GPS/SML/MALAIS) awarded £4900 for a project on democracy and environment justice.
Faculty of Humanities and Social Sciences"

EN RIESGO EL ESTADO DE DERECHO EN MEXICO*

domingo, 7 de febrero de 2010

Los Mochis, Sinaloa .- Carlos Moreira, profesor de la Universidad de Lanús, estuvo de visita en la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la UAS, para disertar la conferencia “La nueva política en América Latina, rupturas y continuidades”.

El investigador argentino se refirió a la situación que atraviesa nuestro país en el tema de la inseguridad por la llamada guerra contra el narco, emprendida desde que inicio el gobierno de Felipe Calderón, dijo que en México el estado de derecho se encuentra al límite.
Los poderes fácticos como la delincuencia organizada en cualquiera de sus niveles amenaza la incipiente democracia en América Latina, y México no es la excepción.

Por último reconoció que Estados Unidos sigue pesando mucho en la vida de los países latinoamericanos, en este sentido lamento que Barack Obama no este cumpliendo con las expectativas generadas a su llegada al poder.

Además de esta conferencia el Doctor en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede México impartio el curso taller La Calidad de la Democracia en México y América Latina.

Carlos Moreira es autor de los libros Una mirada a la democracia uruguaya, La nueva política en América Latina y Tres escritos sobre Marx.

(*) Tomado de Televisoras Grupo Pacifico Noticias, tvpacifico.com.mx; Periodico Noroeste, noroeste.com.mx; Noticieros Altavoz, promored.com.mx