EL 1 DE MAYO, EL DIA DE LOS TRABAJADORES EN LA PAZ Y EN SANTIAGO DE CHILE

sábado, 8 de mayo de 2010

por Juan Carlos Gómez Leyton*

Es habitual que los 1 de mayo, las marchas y desfiles se multipliquen por las calles y avenidas de las principales ciudades del mundo capitalista. Para la mayoría de las y los trabajadores que integran las populosas concentraciones proletarias, no se trata de un desfile festivo sino de una protesta política, una expresión de poder, en contra del capital y su dominación como también el momento para expresar sus demandas y exigencias sociales, económicas y políticas, a los gobiernos, en particular, y a la sociedad, en general. Ese es el carácter que desde el siglo XIX hasta hoy ha tenido y debe tener el 1 de mayo, el día en que los trabajadores conmemoran a la larga lucha política por su emancipación social y económica. Por consiguiente, no es una celebración festiva y lúdica ni menos el día internacional del trabajo, sino un momento más de lucha.

Las conmemoraciones históricas, sociales y políticas tienen la cualidad de mostrarnos o reflejar como es la sociedad en que vivimos. He tenido la oportunidad de estar presente en distintas ciudades de “Nuestra América” y de Europa, el día en que las y los trabajadores del mundo recuerdan a las victimas de Chicago y manifiestan su “rabia” en contra el poder del capital. Esas experiencias observadas en Ciudad México D. F, Buenos Aires, Madrid, Salamanca y, ahora, en La Paz, me motivan a escribir estas reflexiones en relación con lo ocurre con la conmemoración del 1 de mayo, que año tras año convoca la Central Unitaria de Trabajadores de Chile, CUT, a la cual he asistido regularmente en los últimos 20 años con excepción de aquellos 1 de mayo que he estado en las ciudades antes indicadas.

Como sabemos la comparación sociológica y política es una forma de conocer, comprender e interpretar la acción social de los sujetos sociales de una sociedad dada y, no es algo “odioso” como lo plantea el refrán popular. Lo que voy hacer en este artículo, es un ejercicio sociopolítico comparativo libre, o sea, sin la rigurosidad científica ni analítica como lo impone el método comparativo en las ciencias sociales. Voy comparar la manifestación conmemorativa de las y los trabajadores de Bolivia y Chile, específicamente, la marcha, que tanto la Central Obrera Boliviana y la Central Unitaria de Trabajadores convocan los unos de mayo de cada año. Dado su regularidad calendar tiene una ritualidad y una rutinización posible de observar año tras año. En si se trata de dos actos políticos que pueden ser tratados como fenómenos sociológicos articulados por un actor social, específico, la clase trabajadora organizada, por lo tanto, podemos averiguar las razones estratégicas como los motivos que inducen a una acción determinada en un día específico: la marcha conmemorativa de 1 de mayo como manifestación del día de los trabajadores. Como actos sociales no pueden desligarse de lo que son sus sociedades o desprenderse de los procesos sociales políticos que las afectan.

En ese sentido son dos actos que se realizan en dos sociedades que se encuentran en momentos históricos muy distintos. Siendo ambas sociedades capitalistas periféricas y dependientes. Receptoras, antes que productoras, de la globalización mercantil-financiera. La sociedad boliviana, atraviesa por un ingente proceso de cambios políticos profundos que le han llevado a modificar completamente la superestructura jurídica-político del Estado, a través de la refundación del Estado-nación en una nueva forma estatal, el Estado Plurinacional en él cual se reconoce la autonomía de las diversas naciones que habitan el territorio boliviano; se ha establecido, recientemente, la democracia social participativa, un nuevo tipo de régimen político democrático. En el cual se instalan nuevas formas y mecanismos de articulación entre el poder local, regional y el plurinacional. En las elecciones del pasado 4 de abril, las diversas ciudadanías bolivianas estrenaron, no con pocas ni importantes contradicciones y conflictos políticos tanto para el bloque gobernante que dirige el Presidente Evo Morales como para las distintas oposiciones que se han constituido, el nuevo sistema político democrático. Podríamos decir que pasado el momento constituyente, la nueva democracia boliviana se puso en movimiento y comienza funcionar. Al mismo tiempo el gobierno del Estado Plurinacional ha continuado con sus políticas económicas tendiente a conformar una nueva base económica-productiva del país en correspondencia con las nuevas formas políticas y jurídicas del Estado Plurinacional como del régimen político. Ese su actual y más importante desafío. Cabe apuntar que durante la conmemoración del 1 de mayo el Presidente Evo Morales, en Corani, localidad del departamento de Cochabamba, ha firmado los decretos supremos 493 y 494 de nacionalización de tres importantes empresas eléctricas que operan en el país.

Se trata de una sociedad en movimiento, en proceso de cambio histórico y político. La sociedad plurinacional boliviana esta dejando atrás al viejo estado liberal y colonialista; a la democracia representativa y al proceso de acumulación neoliberal, pero su gran obstáculo sigue siendo, el capitalismo, o sea, la expropiación del excedente producido por los trabajadores bolivianos de manera privada. El excedente nacionalizado, siendo importante, sigue siendo relativamente marginal, al total del excedente producido por el capital privado nacional como extranjero que opera en la sociedad boliviana. Por último, la propiedad privada de los medios de producción por parte del capital productivo, mercantil y financiero conservan su intacta su dominación, o sea, en otras palabras, en ultima instancia, el capital conserva gran parte de su estructura de poder económico y por ende político. El capital es dominante, pero nos productor completo y único de la hegemonía.

Chile es todo lo contrario de lo que ocurre en la sociedad boliviana. En la sociedad chilena la dominación y hegemonía capitalista en su versión neoliberal es total y completa. El gobierno esta en manos de la derecha empresarial y de los sectores sociales y políticos más retrógrados y reaccionarios del país. Presidido por el representante del capital financiero-mercantil, Sebastian Piñera, ampliamente conocido por sus prácticas anti-sindicales y anti-proletarias, potencian la dominación capitalista más que debilitarla. Se trata de una sociedad conservadora, con una ciudadanía fragmentada, neoliberal e individualista, profundamente desigual y con una de las estabilidades políticas y sociales más destacadas de la región. Es una sociedad que experimenta un proceso de cambio en una dirección inversa de la que experimenta la sociedad boliviana. Es una sociedad despolitizada, sin movimientos sociales –independiente del movimiento social mapuche- en donde los sectores sociales opositores, que supuestamente resisten a la dominación capitalista, carecen de proyectos políticos e históricos alternativos con cierta viabilidad política y no ficciones de papel y retóricas demagógicas. Se trata actores políticos y sociales con mucha identidad pero sin libretos y sin narrativas políticas articuladoras de proyectos colectivos. En otras palabras, no tienen consciencia de clase, sino más bien, con valores de pertenencia a una colectividad grupal recargada de identidad cultural, pero no económica ni social.

Dicho lo anterior a modo de contexto, vamos a la comparación. Una primera constatación es la presencia masiva de trabajadores organizados en sindicatos. En Bolivia, el sindicalismo tanto el viejo como el nuevo es una fuerza social y política que se manifiesta vigorosa y pujantemente. Fue asombroso, en relación, a lo que he observado, durante los últimos años en Chile, la presencia de cientos de sindicatos de las más diversas ramas de la producción. Según la información periodística, 57 confederaciones agrupadas en la Central Obrera Boliviana, COB, marcharon el 1 de mayo por la calles de La Paz. Muchos me dirán, con justa razón, que en Chile la dictadura, primero, luego, la concertación, con sus políticas neoliberales, se encargaron de destruir el sindicalismo nacional y, por esa razón, no se ven a las y los trabajadores organizados en sindicatos marchando por las calles de Santiago u otras ciudades del país, con sus emblemas y estandartes como lo hacen los sindicatos bolivianos. Sin lugar a dudas, que ello es efectivo. Pero, también, tengo la impresión de que en Chile ser trabajador, obrero, proletario, no se ve con orgullo sino más bien como un pesado karma del cual muchas y muchos quieren escapar. Es una identidad social que complicada la existencia, por esa, razón muchas y muchos trabajadores que asisten a la marcha de la CUT, lo hacen portando su identidad grupal. Mientras que las y los trabajadores bolivianos, muchos de ellos ataviadas con sus trajes que los identifican como pertenecientes a una u otra nación originaria, lo hacen detrás del estandarte del sindicato de la fábrica en donde laboran, en otros, términos asisten como proletarios.

Una segunda comparación es la disciplina y orden en que las y los trabajadores marchan por las principales calles de la Ciudad de La Paz. El orden proletario no indica pasividad ni falta de combatividad todo lo contrario, sabemos bien de las luchas de la Confederación Obrera Boliviana (COB) tanto ayer como hoy en defensa de los intereses de las y los proletarios. Ni tampoco excluye la disidencia ni el conflicto entre las distintas tendencias políticas que se manifiestan, actualmente, al interior del movimiento obrero boliviano. Efectivamente, una de las pocas escaramuzas las protagonizaron los propios trabajadores, al confrontarse los sectores proletarios vinculados al sector fabril y los obreros vinculados a las actividades extractivas, minería. Los primeros críticos de las conducción del dirigente Pedro Montes, minero y cercano al gobierno, secretario de la COB. La marcha se inicio con la COB en la vanguardia y finalizó liderada por la Confederación General de Trabajadores fabriles de Bolivia, CGTFB. Las marchas que organiza la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) se caracterizan por el desorden, la displicencia de los desfilan. Se trata de masas o, -como diría Negri- de una multitud heterogénea, ocultas entre cientos de banderas partidistas, emblemas varios, lienzos y pancartas con leyendas alusivas a demandas de todo tipo y situaciones, entre ese mar, uno que otro emblema sindical. Es una marcha que carece de organización social y política y, sobre todo, que nos habla de un deficit: disciplina política que se requiere para poder constituirse en un efectivo contrapoder político y social. En la “marcha de la CUT”, la manifestación política de las disidencias predomina ante la necesaria unidad en la diversidad política que debiera existir entre las y los trabajadores, para tener capacidad de imponer sus intereses a las fuerza del capital como de los gobiernos de turno.

Tercera comparación: la marcha de protesta de la COB y de las federaciones de sindicatos bolivianos no requiere de discursos políticos ni de números artísticos para tener masividad en su convocatoria. Las y los trabajadores asisten porque son parte de una organización sindical. El sindicato es la organización base y primaria de la fuerza proletaria boliviana. Además, asisten masivamente porque tienen aquello que en Chile muchos se encargaron en la propia izquierda de decir que era algo negativo: consciencia de clase, y no sólo identidad histórica social y política. Los que asisten son trabajadores de todas las edades, hombres y mujeres. Algunas de ellas con sus hijos en las espaldas. Su asistencia es una clara manifestación de la fuerza social y política del movimiento y de la importancia política del sindicato. En nuestros 1 de mayo, lo central lo constituye el discurso del presidente de la CUT, aunque nadie de los que asisten lo escucha. Puesto como es casi ya un ritual de los últimos 20 años, los asistentes a la marcha, comienzan a retirarse en el momento mismo en que el dirigente inicia su discurso y los diversos grupos de “combatientes revolucionarios” inician su intrascendente confrontación con la policía. Por cierto, son los medios de comunicación los más interesados en las palabras del presidente de la CUT. En la marcha del movimiento sindical boliviano que tuvo una duración de aproximadamente, dos horas y media. No hubo discursos ni números artísticos. Pero si consignas y carteles en los cuales se rechazaban las políticas del actual gobierno de Evo Morales y se demandaba la renuncia de la Ministra del Trabajo. E, incluso, carteles que aludían a la conducción política de los dirigentes de la COB. Al mismo tiempo se hacían oír las vivas a la clase trabajadora y los gritos que evocaban a los mártires de Chicago. En Chile el “babelismo voceril” es patético. Basta con revisar el audio del video realizado y subido a la web por los periodistas de radio Cooperativa de la marcha de la CUT, para comprobar lo que planteo aquí.

Cuarta comparación, la marcha de la COB y de la CGTFB fue una manifestación de las y los trabajadores organizados en sindicatos y no de los partidos políticos ni de los estudiantes ni de los pobladores, ni de la clase política oportunista como los concertacionistas que aparecieron el sábado en la marcha de la CUT, sino de los proletarios. O sea, como se decía, ayer, de los productores. Ello no quiere decir que no estuvieran los jóvenes universitarios ni los militantes de los partidos populares ni los pobladores ni otros grupos sociales de la sociedad civil, estaban presentes. Pero ellos eran los actores, ni siquiera secundarios, sino, simplemente, de reparto. Esta es una diferencia sustantiva con lo que ocurre con la marcha del 1 de mayo en Chile. La presencia de los estudiantes universitarios y secundarios y de las y los jóvenes militantes de partidos como de movimientos sociales y políticos varios es, manifiestamente, superior a la presencia de las y los trabajadores. Ellos son la multitud en el desfile. En la marcha de la CUT todos quieren estar y ser vistos y oídos. Aparecer en escena. Mucho mejor sin son captados por los lentes multiplicadores de la televisión. No es que estemos criticando su presencia, sólo quiero llamar la atención sobre el excesivo protagonismo que muchas veces ellos asumen. Remito a los lectores al video antes señalado. Su presencia masiva nos indica la debilidad ya estructural del movimiento sindical chileno. Cabe señalar que el sindicalismo boliviano, especialmente, el organizado en el COB ha sufrido diversas situaciones a lo largo de la historia, persecuciones, cooptaciones, corrupciones, fragmentaciones, tanto de las diversas dictaduras militares que siguieron al golpe de estado de 1971 como de la experiencia neoliberal que afecto a la sociedad boliviana desde 1982 hasta el aproximadamente el año 2000. Por consiguiente, la represión política y persecución de parte de las dictadura militar, ni las políticas neoliberales en materia laboral impulsadas por los gobiernos concertacionistas como las malas prácticas de los empresarios pueden seguir siendo invocadas como factores de la persistente debilidad del movimiento sindical nacional sino que su explicación tiene que ver con la conformación de una ciudadanía patrimonial, propietaria en base a ser empleado que percibe un ingreso y no un salario, por ende, la negación, por parte de las y los trabajadores, de la condición de asalariados, en otras palabras de proletarios.

Quinta comparación, la marcha de las y los trabajadores bolivianos es un acto de protesta social y política en contra del capital, de los abusos de los empresarios y/o en contra de las políticas laborales del gobierno. Y, no un acto mercantil. Las marchas de la CUT en los últimos 20 años se han convertido, siguiendo la tendencia de toda la formación socioeconómica nacional, en lugar en donde el mercado, diríamos empresarial popular, se instala. Allí es donde se vende todo lo que sea relacionado con el día internacional de los trabajadores o, simplemente, en buen momento para vender lo que sea, desde comida a libros o cualquier “chuchería” posible. A lo largo del espacio por donde va transitar la marcha proletaria, los comerciantes populares instalan sus improvisados puestos. En ellos la mercancía en su doble condición, al decir de Carlitos (Marx), con valor de uso y de cambio (lucro, incluido) se impone con toda su majestuosidad capitalista. De esa forma la marcha de la CUT se ha transformado en un gran espacio mercantil, en un pequeño “mall”. Pero este fenómeno no es privativo del 1 de mayo sino también de cualquier otro acto político organizado por las fuerzas políticas populares, ejemplos, de ellos es lo que ocurre, para el día 11 de septiembre, o, basta con asistir al “gran mall” de la fiesta de los abrazos cada enero. Se justifica este “mall” político-popular, señalando que se trata de un mecanismo mercantil para que algunas colectividades y organizaciones sociales y políticas recauden ingresos. Pero esta justificación siendo, tal vez, correcta, pienso que agrava la cuestión, porque esas agrupaciones que, por lo general, tienen un discurso anti-mercado, consideran a los asistentes a la marcha, no sólo como manifestantes que protestan en contra de la dominación social, económica y política que les impone el mercado capitalista, sino como potenciales consumidores-clientes. El contraste con la marcha del 1de mayo en La Paz es altamente gratificante. Puesto que no encontré a lo largo de todo el recorrido de unas 20 cuadras por el Paseo El Prado de la Ciudad de La Paz, ningún vendedor popular ni un kiosko del partido x o z, o de alguna organización social u ONG vendiendo, absolutamente, nada. Una maravilla, fantástico. En las calles de La Paz, estaban las y los trabajadores, en un acto político, serio, combativo, reivindicativo y responsable. Y, no en un paseo lúdico, artístico ni en un acto consumista. Era una marcha libre de mercado.

Sexta y última comparación. En todo el recorrido de la marcha no observe ningún tipo de disturbio, ni desmanes, ni ataque por parte de los manifestantes a las entidades bancarias, financieras, casas comerciales, u otras de ese tipo como ocurre frecuentemente en Santiago. Salvo la gresca entre los obreros fabriles y los mineros antes señalada, por la conducción de la marcha. Tampoco observé una disposición a la confrontación con la fuerza pública. La cual a diferencia de lo que ocurre en Chile, estaban presentes, pero a una distancia bastante prudente de la marcha. El desfile transcurrió en paz. En Santiago es, también, parte del ritual político: si la marcha no termina en una feroz gresca con los “pacos”, con cientos de detenidos, miles de pesos en destrozos en la propiedad pública y privada, con unas cuantas bombas molotov y lacrimógenas y centenas de piedras lanzadas, otros cuantos manifestantes golpeados por las fuerzas espaciales y no hubo marcha ni manifestación política de los trabajadores. La violencia política que se manifiesta en la marcha del 1 de mayo como también el 11 de septiembre, no ha producido consecuencia alguna en el sistema político nacional que no sea aumentar la fuerza represiva del aparato del estado en contra de cualquier acto político popular. No ha contribuido hacer más fuerte al movimiento obrero y popular. Ni tampoco ha permitido que las organizaciones políticas y sociales que se manifiestan de esa forma logren tener una mayor incidencia en la sociedad civil o en el movimiento popular. No sirve para acentuar la supuesta calidad de revolucionaria de las organizaciones como de los militantes que las protagonizan.

Estas comparaciones que hemos realizado en torno a la conmemoración del 1 de mayo por parte del movimiento obrero y sindical boliviano y la Central Unitaria de Trabajadores de Chile ha tenido como objetivo señalar y marcar las diferencias entre ambas instancias con la intención de que las y los trabajadores chilenos puedan comenzar a recuperar la dignidad de ser proletarios y, sobre todo, la capacidad de organizarse para luchar por sus reivindicaciones políticas, sociales y económicas. Pues la única forma de confrontar el poder del capital hoy en el gobierno es conformando un poder sindical fuerte y unido. Mientras que las y los trabajadores continúen apoyando directa o indirectamente con sus acciones sociales, económicas, políticas y culturales a la sociedad neoliberal, su enajenamiento en ella será mayor. Y, sobre todo, la reproducción de la hegemonía y dominación capitalista perdurara más allá de los eventuales gobiernos del capital empresarial como ocurre hoy en día.

* Dr. en Ciencia Política-Historiador. Profesor Titular y Director Académico del Doctorado en Procesos Políticos y Sociales en América Latina, UARCIS. Investigador becario CONICYT-Beca Chile. Realiza una estancia académica posdoctoral en la Universidad Autónoma de México, UNAM y en el CIDES, de la Universidad Mayor de San Andrés, UMSA, de La Paz, Bolivia.

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