El riesgo de la inestabilidad

sábado, 19 de junio de 2010

UN ACCIDENTE EN EL CAMINO
por Angelo Panebianco (*)

En los días que precedieron a las elecciones británicas, la expectativa de un parlamento en el cual ningún partido obtendría la mayoría absoluta de los escaños se había fortalecido a causa del éxito mediático (que sin embargo no se convirtió en éxito electoral) del “tercer partido”, los Lib Dem de Nick Clegg. Diferentes políticos italianos, y también algún comentarista, creyeron sacar la “lección” según la cual el bipartidismo británico estaba agonizante. Es la costumbre italiana de usar los casos ajenos para sustentar sus tesis preferidas sobre la política di casa nostra.
Ahora que la perspectiva se cumplió, que, de hecho, ningún partido tiene la mayoría absoluta, es probable que muchos continúen sosteniendo aquella tesis. Se equivocan. Ya pasó otras veces. La última fue en el 1974 cuando se formó un gabinete laborista de minoría. Pocos meses después Gran Bretaña volvió a las elecciones, los laboristas obtuvieron la mayoría absoluta de los escaños y volvió a constituirse la normal dialéctica bipartidista. Nada deberia dejar de pensar que las cosas no se den así también esta vez.
Un fuerte éxito de Clegg, tal vez, habría desencadenado cambios pero no hubo tal éxito. También puede haber influido su europeísmo (poco grato a los británicos) pero sobre todo una motivo técnico: el sistema electoral mayoritario les hace la vida difícil a los “terceros partidos” que no dispongan de un consenso territorialmente concentrado. Los electores son llamados a dar un “voto estratégico”, a orientar su propio voto al fin de evitar que el escaño le toque al candidato del partido que más detestan. Es probable que muchos potenciales electores de Clegg al final hayan hecho exactamente lo que aquel sistema electoral invita a hacer, es decir, hayan votado a favor de uno de los dos grandes partidos por temor a desperdiciar su propio voto.
El poco brillante resultado liberal, a su vez, a menos que haya sorpresas, hace poco creíble la posibilidad de una reforma del sistema electoral en sentido proporcional (una reforma, esa sí, que decretaría el fin del bipartidismo).
El “gobierno del premier”, una particular configuración político-institucional, debida a la tradición del bipartidismo, que hace del primer ministro británico un jefe de gobierno poderosísimo, no parece a punto de ser cancelado. Contrariamente a lo que aquí [en Italia]  confunden la democracia británica con la estadounidense, en el sistema británico no hay verdaderos checks and balances, pesos y contrapesos. Si un partido obtiene la mayoría absoluta, el premier, quien también es el jefe del partido, tiene pleno control sobre el gobierno y sobre el parlamento. Si no logra gobernar (como sucedió con los laboristas en los años setenta), eso ocurre sólo porque, en algunas etapas, los problemas sociales que tiene que encarar se tornan muy difíciles de manejar. Seguramente, el premier británico no tiene que enfrentar, a nivel institucional, esos frecuentes y fuertes “poderes de veto” presentes en sistemas, aun tan distintos entre ellos, como el presidencialismo estadounidense o el parlamentarismo italiano. Tarde o temprano, con nuevas elecciones, cualquier accidente en el camino será absorbido. De ahí a que el gobierno (cualquiera sea el Ejecutivo formado) logre tambien manejar la dificilísima situación económica actual, es otra cuestión.
 
(*) Tomado del Corriere della Sera, 10-06-2010. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello