IINTELECTUALES, BASTA DE POLITICA (*)

domingo, 25 de julio de 2010

por Alfonso Berardinelli

Aviso a los progresistas: el progreso ya se terminó. Antes de decir que algo ya está superado muérdanse la lengua, piénsenlo bien. No se avanza sin volver, más o menos, atrás. Lo nuevo no coincide con lo mejor y la línea que nos arrastra hacia el futuro está trazada por el demonio de la destrucción y del olvido. El siglo que está atrás nuestro, siglo de la tabla rasa y de la utopía, de las vanguardias y de las revoluciones, terminó en un cúmulo de escombros, en un triunfo de masacres y genocidios por bien.
Los cementerios de la Modernidad muestran cuanto puede ser aterrador creer que se tiene en el puño, conceptual y políticamente, el futuro curso de la Historia. Desde hace tiempo imaginamos no creer más en el progreso. En realidad la idea de crecimiento económico y de desarrollo tecnológico que tenemos nos recuerda todos los días que nuestra cultura está dominada por una sola cosa: la expansión ilimitada y unidireccional de nuestro poder de borrar el pasado para mejorar el presente.
El siglo XX no fue en absoluto un subseguirse de vanguardias y restauraciones (para superar con nuevas vanguardias) sino más bien una lucha de la modernidad contra el mito de sí misma, contra sus efectos y sus realizaciones. Toda revolución, de izquierda o de derecha, política o técnica, fue acompañada por utopías construidas con materiales mitológicos: la nueva humanidad, el fin de la historia, el nuevo orden, la sociedad liberal, el poder de la razón, el superhombre y el oltreuomo, la comunicación total, la vida plena y la muerte feliz, la producción ininterrumpida…De todos modos, no están superados los Presocráticos y las sabidurías esotéricas (según algunos) ni el arte socrático del diálogo (según otros). Mahoma y la Edad Media cristiana todavía hacen ruido. El Renacimiento y el Iluminismo todavía son las raíces de Occidente pero las raíces también pueden marchitar.
Entonces ¿qué hay que pensar del siglo XX? ¿Qué pensar del afán novecentista por liberarse del siglo XIX, un afán que duró un siglo? Me repito estos pensamientos y estas preguntas alentado por la lectura del imponente, apasionado volumen Modernidad y anti-modernidad (Aragno, 506 páginas) en donde mi coetáneo Cesare De Michelis reunió sus ensayos y estudios sobre el siglo XX. Leo este libro como un balance histórico y como una autobiografía intelectual en la que me reconozco ampliamente. El tono fundamental del libro es el de la insatisfacción, de la decepción. Pero son los interrogantes lo que importa sobre todo. El íncipit no deja espacio para las dudas: “Hace más de cuarenta años que el siglo XX se me escapa en su identidad, sin embargo (…) en este largo período estuve frente a personalidades de poco y mucho relieve y a cuestiones más o menos generales, siempre tratando de penetrar una identidad que me hubiera gustado poder definir (…) Pues bien, me pareció claro que todavía no se sabe lo suficiente del siglo XX: no lo sé yo (…) pero tampoco los otros, menos aún aquellos que más tuvieron la ilusión de saberlo” (p.9).
Como afirma también un título de Massimo Onofri recién reeditado por Avagliano, el siglo XX es un “siglo plural”: un siglo que según De Michelis sigue siendo “innombrable”, del cual “no se logra captar el elemento unificador”.
El choque, la compresenza de moderno y anti-moderno, “evoca precisamente esta íntima contradicción que no logramos resolver”.
Al final de los años noventa De Michelis escribió que el siglo XX es “un siglo doloroso” y que las catástrofes ocurridas ya las vemos completamente, incluso si “por decir la verdad, todo eso debería haber quedado claro por lo menos desde hace cincuenta años, pero no fue así, porque cuando cayó el nazismo quedó el comunismo, cuando llegó la paz volvió a empezar más monstruosa que antes la guerra y poco a poco fue claro para todos que después de la civilización campesina también podía morir la naturaleza” (p.25).
Mas entre ideología, literatura y política, este libro gira alrededor de un personaje decisivo: el intelectual.
El “conformismo de los intelectuales” nace, según De Michelis, cuando nace su compromiso político, cuando los intelectuales se convierten en un grupo y deciden dar el salto de la teoría a la praxis y se sacrifica todo a la “primacía de la política”. El intelectual novecentista surge superando las dos figuras que históricamente lo precedieron, el clérigo y el literato, para los cuales la falta de poder era obvia. Por eso, concluye De Michelis, el verdadero anticonformismo intelectual ya “es sin lugar a duda impolítico” y los intelectuales deberían decidirse a “salir por fin de las trincheras”.
Quien levanta las banderas de la paz y de la no-violencia, eso debería entenderlo. La lucha contra la mentira no es una lucha política, sino más bien impolítica. 

(*) A proposito de la publicacion en Italia del viaje de Cesare De Michelis por la literatura del siglo XX Modernidad y anti-modernidad: un perfil para la actualidad (Editorial Aragno).  Tomado del Corriere della Sera, 21-06-2010. Traduccion para este blog de Mariangela Di Bello