El viento árabe de la libertad. Lo justo y lo útil.

sábado, 5 de marzo de 2011

por Angelo Panebianco (*)


En política muchas veces se da una desagradable divergencia entre lo que “es justo” y lo que “es útil”, entre lo que pensamos sería justo hacer a la luz de los principios que profesamos y lo que sabemos que es útil para nuestros intereses. En política internacional, desde luego, esa divergencia es la regla. Eso contribuye a explicar la elevada tasa de hipocresía que, con el permiso de WikiLeaks, rodea las relaciones entre los Estados. Se aparenta hacer lo que es justo pero se actúa para realizar solo lo útil. Solamente en pocas, excepcionales circunstancias, lo justo y lo útil coinciden. Ahora, para Italia en sus relaciones con Libia, y para Occidente entero en sus relaciones con Oriente Medio, llegó uno de esos momentos: hacer lo que es justo para sostener las rebeliones contra los tiranos coincide con lo útil, con nuestro interés.
En las fases de efervescencia revolucionaria está de moda criticar la Realpolitik, las conmistiones y las complicidades con los tiranos. Pero en circunstancias normales, no revolucionarias, la Realpolitik es una necesidad. Todos seremos felices si y cuando los chinos se liberen del yugo autoritario pero, hasta ese entonces, vamos a seguir tratando con la dictadura. No podemos auto flagelarnos por haber traficado con los dictadores medio-orientales, desde Ben Alì hasta Mubarak, hasta Gadafi. Lo imponían los intereses de las democracias occidentales: ningún gobernante democrático puede conservar el poder si no protege el interés de su propio país así como lo definen los grupos internos, políticos, sociales y económicos, que cuentan.
Ahora sin embargo el juego cambió y también nuestros intereses en relación a Oriente Medio están definiéndose. Lo justo y lo útil ahora tienden a coincidir: contribuir, por parte nuestra, a favorecer en esos países el éxito de regímenes políticos más aceptables para sus ciudadanos es coherente tanto con nuestros valores cuanto con nuestros intereses. ¿En qué estamos interesados? Estamos interesados en que las transiciones en Oriente Medio no adquieran, con el tiempo, un signo antioccidental. (…)
Existe un problema italiano en relación a Libia y existe un problema europeo en relación a Oriente Medio en su conjunto. (…)
Sus intereses [de Europa] en Oriente Medio son demasiados importantes para que ella pueda permitirse el lujo de no adoptar, aun en acuerdo con el aliado americano, una postura al mismo tiempo enérgica y que denote cierta capacidad de ver lejos. Las primeras señales son pésimas. Elegir, como lo han hecho las democracias nórdicas europeas en estos días, librarse del problema, rechazar aun en forma hipotética la idea de una gestión europea de la posible afluencia de prófugos desde Norafrica, dice mucho sobre la condición en la que se encuentra la Unión. El tsunami político medio-oriental puede ser ese “desafío externo” a los más vitales intereses de la seguridad en Europa capaz de hacer dar un salto de calidad en la integración europea. O bien, puede ser el escollo que la haga naufragar definitivamente. La relación es en dos sentidos: el desafío medio-oriental podría inducir más cohesión en Europa y más cohesión le haría falta para influir, tal vez metiendo mano a un plan extraordinario de ayudas, sobre el futuro de Oriente Medio: con el fin de conjurar derivas fundamentalistas en países carentes de un pasado democrático, y de impedir que la región sea trastornada, dentro de un tiempo, por nuevas guerras.
Termino observando que no deberíamos dejarnos ganar por la crónica perdiendo de vista los tiempos más largos de la historia. Muchos observadores hoy dicen que las actuales revoluciones medio-orientales llevadas a cabo en nombre de la libertad marcan el fracaso de las tesis sobre los conflictos entre civilizaciones. Más allá de que todavía no sabemos como terminarán esas revoluciones, véase el caso de Arabia Saudita, imaginemos que la revolución llegue también ahí. ¿Alguien puede seriamente afirmar que en Riad se instalaría un “gobierno democrático”? Ganaría, justo allá donde el mundo más se abastece de energía, más fácilmente, un fundamentalismo fanático: un conflicto de civilizaciones al cuadrado. La prudencia es una virtud indispensable para comentar los acontecimientos de estos días.

(*) Tomado del Corriere della Sera, 27-02-2011. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello.