El mercado impecable

domingo, 6 de noviembre de 2011

por Giorgio Ruffolo (*)

La más grave crisis capitalista después de la de los años Treinta del siglo pasado, que desembocó en la gran depresión, no corrompió la fe liberal en la infalibilidad de los mercados, mejor dicho del Mercado. Angelo Panebianco ofrece un  perspicuo ejemplo de eso cuando (en el Corriere della Sera) recorta con elegancia la cuestión suprema de la superioridad del Mercado sobre el Estado como gerente especializado eficaz de las grandes interdependencias económicas. Por eficaz se entiende, pienso, capaz de alcanzar y mantener equilibrios estables. El Estado, en cambio, sería el portador de intereses particulares, nacionales y democráticos destinados por su naturaleza a interferir en los procesos de interdependencia. Al fin y al cabo, un molestador institucional.
Posición elegante pero en mi opinión infundada por dos razones.
La primera es que una posición de interdependencia estable se puede conseguir en diferentes maneras y con diversas combinaciones de distribución del rédito y del poder. La puede alcanzar Suecia y la mafia, esta última, desde el punto de vista del gobierno de las interdependencias, de manera muy eficaz. Una posición de equilibrio se puede alcanzar en condiciones de tendencial equilibrio distributivo o en condiciones de suprema iniquidad. Ahora a mi me parece que Suecia y mafia no son modelos equivalentes.
Pero la segunda razón es aún más importante. El Mercado de hecho en muchos casos no logra alcanzar un equilibrio estable pero establece situaciones inestables o hasta explosivas. Eso ocurre cuando las relaciones económicas no son de naturaleza compensativa (a saber: cuando por ejemplo un aumento de la demanda de bienes provoca un aumento de los precios que reduce su exceso) sino cuando son de naturaleza cumulativa (por ejemplo un aumento de la demanda de títulos aumenta su valor e induce ulteriores aumentos de la demanda: las famosas burbujas).
¿No es justamente eso lo que ocurrió en Norteamérica al principio de este siglo?
Pero la crisis norteamericana va mucho más allá del ya famoso fenómeno de los sub-prime (proliferación de créditos inmobiliarios riesgosos). Ella está arraigada en una condición de progresiva distribución desequilibrada de los réditos. La liberación de los movimientos de capitales iniciada por los Países anglosajones al comienzo de los años Ochenta, impulsando un regreso del capitalismo al objetivo del máximo provecho en mínimo tiempo, exasperó, a causa de la globalización y de la mutada relación de fuerza entre capital y trabajo (y entre capitalismo y estados nacionales), las desigualdades. La política de los réditos, fundamento de un compromiso histórico entre capitalismo y democracia, en el cual el capitalismo aceptaba una “normalización” de las ganancias y los sindicatos de los trabajadores una moderación de sus reivindicaciones, saltó. La desigualdad entre los réditos del capital y los réditos del trabajo se tornó monstruosa. Los efectos depresivos de tal “mutación” capitalista sobre la demanda han sido brillantemente evitados gracias a una enorme implementación del endeudamiento y de su continua renovación. El economista Marc Bloch afirmó que el capitalismo financiero se había convertido en el único régimen económico en el cual las deudas nunca se pagan. La liquidez mundial de la moneda (en sus formas más variadas) había alcanzado por efecto de esta acumulación de deudas en lo que respecta a la posteridad, en el 2007, en víspera de la crisis, un nivel estratosférico, más de doce veces mayor que el producto real mundial. Pero lamentablemente tampoco los mercados hacen milagros. Las olas que se amontonan terminan por romperse en la orilla.
Eso es exactamente lo que ha pasado en Norteamérica generando una crisis que amenaza con acabar en recesión. De golpe la inmensa liquidez se secó, pero las inmensas deudas quedaron. Alguien tenía pues que absorberlas para que el sistema no se evaporara. Y solo podía ser “el molestador” del mercado, el Estado. El endeudamiento privado se convirtió entonces en endeudamiento público a través de un gigantesco rescate y – final grotesco del drama – las agencias de rating, que no pestañearon frente a la “euforia irracional” de los mercados (la expresión es del ex gobernador del Banco Central norteamericano Greenspan), bocharon a los Estados culpables de sus deudas dándole otro lindo empujón a la crisis.
Entonces no tiene nada a que ver la presión “democrática”. Mucho menos tiene a que ver Keynes, muerto y enterrado a la larga, reflotado a sus espaldas por otros ilustres liberales. La inflación financiera que originó la crisis nace enteramente de los mercados que manejaron muy mal su función de gobierno de las interdependencias; y fue sustentada y amplificada por el gobierno más liberal del mundo. A menos que haya sido una quinta columna keynesiana la que se insinuó en la Casa Blanca y en el Banco Central norteamericano, con éxito indiscutible. 
  
Tomado de La Repubblica, 27-08-2011. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello