Apuntes sobre la tensión entre justicia ambiental y justicia social en América Latina

jueves, 29 de octubre de 2009


José Esteban Castro*

Tener mi base institucional en el lejano noreste inglés sometido a los rigores climáticos característicos de las ciudades del Mar del Norte me ha dado, de algún modo contraintuitivamente, un excelente mirador para pensar en y reconectarme con mi país y mi continente. Entre tantas otras cuestiones que me ocupan en este mirar desde lejos se encuentra lo que denomino la tensión entre justicia ambiental y justicia social en América Latina.

No me acerco a este tema desde una posición genérica o pretendidamente ‘neutra’, por lo cual es bueno esclarecer un poco el punto de partida. Para decirlo en términos sencillos, es bastante transparente, como tendencia, lo que puede esperarse de la política ambiental de las derechas latinoamericanas (bueno, de las derechas en general, con honrosas excepciones que no deben pasar inadvertidas sin embargo), caracterizada por la subordinación de los procesos de la vida a la acumulación privada de capital. Algunas derechas conservadoras, ocasionalmente, se han destacado por promover legislaciones y desarrollos institucionales que buscan preservar el ambiente y el funcionamiento de los ecosistemas, pero con demasiada frecuencia estos mismos actores han ignorado los derechos esenciales de los seres humanos que, de un modo u otro, dependen de o viven en dichos ecosistemas. En todo caso, la tendencia prevaleciente ha sido, ostensiblemente, hacia la destrucción sistemática de la base ecológica, como lo atestigua entre otros ejemplos el proceso de deforestación masiva en Argentina, que según estimaciones en el curso del siglo veinte perdió el 80 por ciento de sus bosques y la parte que aún sobrevive se encuentra sujeta a un proceso de degradación acelerada. El ejemplo de los bosques por cierto puede fácilmente extenderse al caso del agua, un tema que ha ocupado buena parte de mi esfuerzo investigativo en las últimas dos décadas, el aire, los suelos, y en general la base natural de la vida. Sin embargo, mi preocupación fundamental, como sugiero al comienzo, no tiene tanto que ver con la predecible dinámica insustentablemente destructiva de las derechas, sino más bien con los enormes desafíos que confronta la izquierda, genérica y ampliamente hablando, para hacer frente a la crisis socio-ecológica.

En este sentido, el análisis de los procesos políticos latinoamericanos contemporáneos a partir de observar la relación que se establece (o reproduce) entre los sistemas sociales y ecológicos me resulta extremadamente preocupante. Vuelvo a aclarar que mi preocupación no parte de una mirada genérica o pretendidamente ‘neutra’, y agrego que tampoco parto de una visión ecocéntrica, sino que más bien me acerco a este problema desde la óptica de la ecología política crítica cuyo objeto de estudio es la lucha social en torno a la desigualdad y la injusticia ambiental. Quiero también aclarar que mi intención aquí es plantear dudas y cuestionamientos antes que dar pretendidas respuestas o soluciones. Me interesa contribuir a la profundización y extensión de un debate que en mi opinión se encuentra poco desarrollado en las universidades latinoamericanas, especialmente en las ciencias sociales, y muy particularmente en la sociología y en la ciencia política (la geografía y la antropología han tomado la delantera en este debate hace ya tiempo), valgan entre las pocas notables excepciones los excelentes trabajos del grupo de ecología política de CLACSO.

En este sentido, la observación recurrente me sugiere que tanto la teoría como la práctica de la izquierda latinoamericana, hablando siempre en términos muy laxos, se ven marcadas por líneas de tensión y contradicción que llevan a plantear ciertos cuestionamientos: ¿Es posible reconciliar la justicia social con la justicia ambiental? ¿Cuál es el “límite” o “umbral” aceptable de tolerancia a la injusticia ambiental cuando la misma parece incompatible con la justicia social? ¿En qué situaciones sería legítimo subordinar la justicia ambiental a la justicia social? ¿Es posible plantearse esta disyuntiva desde una posición de “izquierda”? Estas preguntas revisten gran relevancia, lo que queda de manifiesto en las grandes disyuntivas éticas y políticas que confrontan los gobiernos progresistas de la región en relación a las contradicciones entre sus políticas ambientales y de desarrollo económico. Valgan como ejemplos los conflictos generados por el proyecto de transvase del Río San Francisco en Brasil, el gasoducto trans-amazónico, la construcción de represas y la minería a cielo abierto en los diversos países de la región, la introducción de cultivos transgénicos, la continua deforestación, la destrucción de la biodiversidad y de la fertilidad de las mejores tierras del continente, la privatización y mercantilización del agua y sus servicios esenciales, la gestión pública de los desastres “naturales”, el tema nuclear (no debatido prácticamente por las ciencias sociales de la región), el impacto social de los procesos de cambio climático, la militarización del control de la naturaleza (entendida como “recurso natural”). ¿Será que implícitamente se acepta la hipótesis del politólogo norteamericano Ronald Inglehart según la cual la preocupación por cuestiones ambientales pertenecería a la etapa post-material del desarrollo social, una característica avanzada que aún se encuentra en el futuro distante para la mayoría de las sociedades menos desarrolladas? Aunque la hipótesis de Inglehart ha sido consistentemente rechazada en el plano del conocimiento, la práctica política, incluyendo la de los gobiernos progresistas en relación a los ejemplos mencionados más arriba, frecuentemente parece haber asumido dicha hipótesis como presupuesto de su política ambiental y de desarrollo.

Con el afán de contribuir al debate crítico, en primer lugar, sería conveniente examinar la existencia de obstáculos epistemológicos e inobservables que frenan tanto el avance de la producción de conocimiento como la acción práctica sobre estos problemas. Específicamente es importante revisar los presupuestos de las tradiciones desarrollistas de la izquierda, de gran vigencia en la actualidad, a la luz de los debates recientes sobre la contribución de las ciencias sociales, y muy particularmente del marxismo, a la crítica del desarrollo insustentable. No quiere decir que esto no se haya hecho, y existen notables ejemplos en América Latina de esfuerzos intelectuales orientados en esa dirección, pero siguen siendo esfuerzos de alcance limitado, que deben profundizarse y extenderse con urgencia.

En segundo lugar, es importante discutir el repliegue de la izquierda al “presente”, con un predominio de la visión hodiocéntrica, ahistórica, característica de la economía neoclásica y de las tecno-ciencias pero que en las últimas décadas ha permeado también a las ciencias sociales y a las estrategias de los sectores progresistas comprometidos con la justicia social. ¿Cómo recuperar la capacidad de distanciamiento crítico con respecto a la realidad inmediata, la perspectiva histórica, el análisis de los futuros posibles?

En tercer lugar, y para concluir, cabe plantearse el problema en su dimensión ética, y muy especialmente en relación al proceso de autonomización del plano moral y la subordinación de los valores de la izquierda al plano instrumental en nombre del “realismo”, la “eficacia” y el pragmatismo político que caracterizan en gran medida la relación entre política ambiental y desarrollo social tanto en la teoría como en la práctica. Como dice el filosófo marxista Adolfo Sánchez Vázquez,

“Tratar de remover los obstáculos que se interponen efectivamente a la realización de los valores negados o angostados en nuestras comunidades reales: dignidad humana, derechos humanos, libertad, igualdad, democracia, justicia, necesita de una política en la que se conjuguen indisolublemente sus lados axiológico e instrumental; que haga del poder a conquistar, mantener o transformar un medio y no un fin, o también un medio al que se trate de acceder o mantener sin entrar en contradicción con el fin. Ahora bien, esta política lejos de poder hacerse al margen de la dicotomía de derecha e izquierda, puede y debe ser asumida por las fuerzas que optan por los valores y fines que definen a la izquierda” (Ética Marxista).

Cabría agregar: esa política requiere la superación de las contradicciones aparentemente irresolubles entre los requerimientos de la justicia ambiental y la justicia social. A su vez, en el plano intelectual este desafío requiere una ruptura epistemológica que permita alcanzar niveles más elevados de coordinación interdisciplinaria en la producción de conocimiento científico sobre las relaciones sociedad-naturaleza, un proceso en el que las ciencias sociales latinoamericanas están llamadas a jugar un papel central.


*José Esteban Castro es Catedrático en Sociología en la Universidad de Newcastle, Inglaterra (http://www.staff.ncl.ac.uk/j.e.castro/). Es egresado de la Carrera de Sociología de la UBA (promoción 1988) y fue Investigador del CONICET basado en el Instituto Germani entre 1988 y 1990, cuando inició estudios de posgrado en la FLACSO México (1990-1992) para posteriormente realizar un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Oxford (1993-1998).

MATTEUCCI, EL ANTI-BOBBIO QUIEN DEFENDIO AL LIBERALISMO

lunes, 26 de octubre de 2009


Los discípulos y los amigos recuerdan en Bologna al pensador quien fue uno
de los fundadores del Mulino

Por Dino Messina (*)


“Muchos liberales suavizaron su pensamiento para ser políticamente correctos”. No es el caso de Nicola Matteucci (1926-2006), uno de los mayores pensadores italianos del Novecientos, recordado ayer por amigos y discípulos, a tres años exactos de su fallecimiento, en un encuentro en la iglesia de Santa Cristina, organizado por la Fundación Cassa di Risparmio di Bologna, la Facultad de Ciencias Políticas, de cuya fundación participó, y el Departamento de Política, Instituciones e Historia.

Radicado en la ciudad en la que en el 1951 participara del núcleo propulsor del Mulino, por sus originales aportes y por la honestidad de sus posiciones, bien trazadas por Fabio Roversi-Monaco, quien abrió el encuentro, Nicola Matteucci es una de esas figuras destinadas a crecer en el panorama de la cultura contemporánea. Y no solo por la magnitud de los aportes, confirmada por las intervenciones en la jornada de estudios: su discípulo Angelo Panebianco, quien finalizó el encuentro, se encargó de la relación entre “Estado y mercado”, refiriéndose a la lección del maestro y a su interpretación de las teorías de Friedrich von Hayek, Pierangelo Schiera habló de “Estado e liberalismo”, Gianfranco Pasquino de la relación entre “liberalismo y socialismo”, Giovanni Bognetti del constitucionalismo, Anna Lazzarino Del Grosso de “Derecho, política y mercado”.

Lo que impresiona a los oyentes es la actualidad de la enseñanza y la originalidad de un hombre que sabía mantener la línea frente al conformismo dominante.

A partir del estudio de Antonio Gramsci, del cual supo alcanzar el fecundo aporte metodológico, más allá de la raíz ideológica, ya en 1963, en el ensayo “Positivismo jurídico y constitucionalismo”, se contrapuso a las concepciones filosóficas y jurídicas de Norberto Bobbio quien, señaló Anna Lazzarino Del Grosso, “a pesar de la intención contraria, no puede evitar recaer en las mismas conclusiones del viejo positivismo jurídico que en realidad querría superar”. Para Matteucci, “sólo el reconocimiento de la existencia del derecho natural, que Bobbio rechaza de manera categórica, puede hacer frente al peligroso y antihistórico estatalismo”.

La concepción liberal de Matteucci, según afirmó Gianfranco Pasquino entre otros, tenía su eje en el constitucionalismo entendido como sistema para la defensa de las libertades individuales y al mismo tiempo limitar el poder. Y en el marco de esta visión asume gran importancia el control de constitucionalidad, hasta afirmar que un sistema es menos liberal si no prevé tal freno.

Ya en el 1970 Matteucci había hablado de “nueva insurgencia populista”, refiriéndose a la pasión para las ideas simples y a la adversión hacia las reglas necesarias para el funcionamiento de los sistemas complejos. Partidario del mercado, que como explicó Panebianco, generalmente implica la democracia, Matteucci sin embargo le temía a la “sociedad unidimensional” en la que todo se sacrifica en provecho de la eficiencia y del consumo. Su lección, muchas veces desoída, hoy está siendo redescubierta.


*Tomado del Corriere della Sera, 10-10-2009. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello

NUNCA FUE UN MORALISTA Y MENOS UN PROFETA

jueves, 8 de octubre de 2009


18 de octubre, centenario del nacimiento de Norberto Bobbio

por Marco Revelli (*)


Bobbio (1909 - 2004), a pesar de las apariencias, no es un moralista. En el complejo juego entre Valores y Poder, entre Moral y Política, no resuelve unilateralmente el dilema a favor de los primeros. No resuelve la política en la moral dominante, el ejercicio del poder en los valores absolutos. Al contrario: conserva sistemáticamente abierta la díada. Hace de la tensión entre los términos que la conforman el objeto del debate: el desafío de la civitas a la universitas. Y eso no sólo porque es perfectamente consciente de la dramática distancia que separa – para usar una fórmula que le gustaba – los ideales de la burda materia: el plano ideal y proyectivo de los Valores (de los Principios) del plano coriáceo, duro, de la práctica cotidiana (y del los Resultados). Sino también porque conoce los efectos dramáticos de una identificación sin residuos entre los dos términos: el extremo peligro implícito en una Política (en el ejercicio del poder) supuesta como práctica de Valores absolutos (y como tales no negociables).

En esa conciencia reside su ajenidad y hostilidad hacia la figura del intelectual Profeta. Y por otro lado su identificación con el intelectual Mediador, empeñado en la difícil arte del diálogo, de la recomposición no unánime ni compromisoria, y de la confrontación civilizada.

Así como reside en el permanente retorno de aquella preocupación (resumida en la admonición de Julien Benda a propósito del riesgo constante de la trahison des clercs) su deliberada ambivalencia, en el sentido positivo del término: la continua oscilación entre una posición realista y una idealista. Entre un realismo político hasta duro, fuerte, por un lado – Maquiavelo, Hobbes, hasta Marx en cuanto realista político, o Pareto e Mosca – y una especie de idealismo (en el sentido del valor de los ideales) por el otro – Kant, y después Gobetti, Capitini, Benda -, que podemos interpretar según los valores del Iluminismo y que no es utopía abstracta, aunque posee ciertamente un fuerte contenido ético.

Sin embargo no es incertidumbre. O incapacidad de decisión. Es método. Esa oscilación entre opuestos sin un cierre decisivo a favor de uno, ni tampoco superación dialéctica en una síntesis superior, es parte integrante de la estructura misma del pensamiento de Bobbio. De su carácter intrínsecamente diádico. O dicotómico. O antitético, podemos llamarlo de muchas maneras. Si se recorre analíticamente la producción científica e intelectual de Bobbio – lo hizo de manera magistral Michelangelo Bovero – se puede comprobar que las dicotomías son infinitas: no sólo Ética y Política, sino también – como se ha visto – Democracia y Dictadura, Paz y Guerra, Igualdad y Libertad, Política y Cultura, Derecha e Izquierda, para limitarnos sólo a los títulos de algunos de sus escritos más célebres. Y además – a la raíz misma del método – las distinciones fundamentales entre Público y Privado, Estado y No-Estado, Derecho y Fuerza, Hechos y Valores. Cada uno de estos binomios implica dilemas y antítesis que casi nunca se resuelven sin dejar atrás problemas abiertos.

Existe, por otro lado, una autoconfesión de Bobbio, muy significativa a este propósito: “¡He abierto muchas cuestiones y no he cerrado ninguna!”. Y es en esta dificultad para cerrar – que tiene a que ver con el rechazo a construir sistemas, que anida esa idea de lo trágico en la que se esconde la clave más profunda del pensamiento de Bobbio. Lo trágico, precisamente, representado por la dificultad, tal vez la imposibilidad, de resolver de manera satisfactoria y definitiva las aporías individuadas por la razón, que lo lleva a la conclusión según la cual elegir es necesario, pero ninguna elección es en realidad completamente inocente. Toda elección tiene un saldo negativo que, antes o después, será necesario enfrentar.


(*) Fragmento de la introducción a "Etica e política" de Norberto Bobbio, colección de ensayos publicada por Meridiano Mondadori, en venta en las librerías italianas desde el pasado 15 de septiembre. Tomado del Corriere della Sera, 13-09-2009. Traducción para este blog de Mariangela Di Bello.


Opinión de los visitantes

sábado, 3 de octubre de 2009


RESULTADOS AGOSTO SETIEMBRE 2009


¿Ud. cree que es sincera la afirmación de Barack Obama:"Estados Unidos no ha autorizado ni tiene planes de establecer una base militar en Colombia"?

SI 52%

NO 48%

¿Ud. cree que Europa sigue siendo una meta para la inmigración latinoamericana?

SI 38%

NO 62%


¿Ud. está de acuerdo con el proyecto de ley del gobierno argentino sobre medios de comunicación?

SI 77 %

NO 23 %


¿Cree Ud. que la actual compra de armas de varios países latinoamericanos signifique posibles conflictos armados en el futuro?

SI 61%

NO 39%

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