por DIEGO M. RAUS (*)
Una vez más se cumplió una parábola propia de la política argentina de los últimos años: una elección de término medio (legislativa), incentivada por el oficialismo de turno, en la confianza y la necesidad de apuntalar la legitimidad gubernamental, y que arroja resultados que producen exactamente el resultado contrario, es decir, vaciar de poder al gobierno. Le pasó a Alfonsín en 1987, a Menem en 1997, a De la Rúa en 2001 y ahora a Cristina de Kirchner (la utilización del apellido conyugal no es casualidad) ayer nomás.
Bajo la estrategia de Néstor Kirchner, el gobierno adelantó las elecciones intermedias de octubre a junio. La idea era que la crisis internacional no produjera demasiado daño a la Argentina y, por carácter transitivo, al gobierno. El resultado no pudo ser, literalmente, peor. El kirchnerismo sufrió una derrota electoral de tal magnitud que solo aspectos específicos de la coyuntura política argentina (oposición dividida, programas más sólidos en el antikirchnerismo que en una propuesta política alternativa), impiden un escenario que iría de un cambio drástico de gabinete hasta la necesidad de adelantar las elecciones presidenciales, tal el daño que recibió el gobierno.
Las razones de la derrota son amplias y diversas. Un argentino informado las citaría: confrontacionismo, tensión política generada desde el gobierno, INDEC, Moyano, soberbia, D´Elía, polarización, candidaturas testimoniales, Moreno, etc. Desde una perspectiva más analítica podríamos posicionar los orígenes de esta debacle, y está pérdida asombrosa de un capital político que hasta 2007 estaba intacto, en una progresiva pésima lectura, primero, de la estructura social argentina, y segundo, el cambiante humor político de gran parte de la ciudadanía, a partir del conflicto con el campo producto del intento de las “retenciones” de marzo de 2008. Desde ese momento el gobierno, ya bajo la tutela de Néstor Kirchner, fue cometiendo un error tras otro, al punto que un resultado neto de ellos fue la consolidación de dos polos opositores claros al gobierno, emergiendo uno de ellos del propio riñón del peronismo. Ese cúmulo de errores leídos atentamente hace del resultado electoral de ayer algo solo sorpresivo por su contundencia. Basta como muestra de esto señalar la derrota electoral en la provincia de Néstor y Cristina Kirchner, Santa Cruz, hasta ayer bastión inexpugnable del kirchnerismo.
El Congreso que emerge de las elecciones deja en minoría y sin quórum propio al gobierno, lo cual lo obligará a una política de negociación al que el kirchnerismo no es afecto. Pero deja otro problema: un Congreso en retirada pero todavía con seis meses para votar leyes. La compatibilización y el uso de esta situación por parte del gobierno montan un espacio de dudas acerca de la institucionalidad política argentina venidera.
En vistas de las presidenciales del 2011 podría arriesgar con total convicción que ese espacio político siempre difuso pero amplio que es el peronismo va a ser ocupado por Carlos Reutemann. En el peronismo existe una ley no escrita por la cual a todos le queda claro que solo manda el que tiene poder. El poder se construye y se valida en las elecciones. Este aserto era y es absolutamente conocido por Néstor Kirchner al punto tal que toda la estrategia política que culminó ayer tuvo como único objetivo revalidar la relación de poder que construyó al interior del peronismo desde 2003. La furia que los medios señalan hoy, envolvió a Kirchner ayer en la medida que llegaban los resultados, no se debe entender tanto por el daño sufrido por el gobierno sino por la certeza del poder definitivamente perdido (a cinco minutos de escrito esto los medios anunciaban la renuncia de Néstor Kirchner a la presidencia del Partido Justicialista). El escenario que viene al interior del peronismo es uno en el que se verá el desembarco constante de legisladores, gobernadores, intendentes, políticos a las naves del reutemannismo.
Por otro lado emerge un espacio político de centroderecha muy sólido en el cual el acuerdo vigente hasta ayer, aunque enunciado para el 2001, es que la candidatura presidencial de ese espacio corresponde a Mauricio Macri y la gobernación de la poderosa Buenos Aires a Francisco de Narváez. El botín político esperado y el tiempo necesario arrojarían ciertas dudas acerca de la permanencia de ese acuerdo.
Por otro lado, y derrotado el socialismo progresista de Binner, sólido en su figura pero despojado de poder partidario y territorial, es visible el “renacimiento” del más que centenario partido de la Unión Cívica Radical, bajo el ropaje del Acuerdo Cívico y Social. Estructura política floja en líderes convincentes pero con extensión e inserción política territorial.
En fin, la Argentina post 28 de Junio de 2009 muestra un escenario político curioso a su historia política, algo así como una división política en tercios entre el peronismo, el radicalismo y la centroderecha liberal.
(*) Director de la Licenciatura en Ciencia Política y Gobierno de la Universidad Nacional de Lanús
4 comentarios:
aunque no nos conocemos, me animo a hacer
un comentario:
¿acaso no olvida mencionar un fenómeno
interesante como lo es el triunfo de Pino ,
nada menos que en un lugar como la Capital de Macri?
Si bien la ciudad sea acaso el paradigma de
la volubilidad de la sociedad argentina, no deja
de ser interesante que el descontento se haya
canalizado por una propuesta que intenta acentuar
lo que falta...
"para pensarlo" diría Capusotto.
Gracias,
En realidad si no estaba citada la elección de Pino Solanas en Ciudad, es simplemente porque Carlos me solicitó que la nota no se extienda más de una carilla, formato Blog. Por supuesto que la elección de Pino fue una de las notas
relevantes del domingo. Como señalás refleja la
volatilidad del voto porteño, pero a esta altura me parece que esa volatilidad, más que veletismo político, es un faro que anticipa los consensos políticos cambiantes de los
argentinos.
Por otra parte, despejando el simplismo acerca que el porcentaje de Pino se debió a su falta de compromiso de gobierno, creo que queda "picando" un gran desafío: como
hacer de ese respaldo electoral una propuesta que crezca, no solo en Ciudad, y que materialice, como vos señalás, "lo
> que falta por hacer". El voto a Pino fue "fácil", cargar con ese voto es una tarea más compleja que la del oficialismo triunfante.
Saludos
Diego, considerás que el reutemannismo va a ser el imán que nuclee a todo el peronismo de cara a 2011? Particularmente veo el mapa del PJ muy "balcanizado", sin distinguir aun un polo fuerte que pueda hacer confluir voluntades pejotistas. Si bien Reutemann fue vencedor en Santa Fe, su margen fue exiguo; incluso sus aliados (me viene a mente Schiaretti quien tuvo un lejano tercer puesto) no tuvieron una buena performance. Por otra parte el kichnerismo parece querer mutar genéticamente en Scioli, una forma de correrse hacia el centro del electorado...
Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)
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